Viviendo entre Brooklyn y Ciudad de México, y aunque en sus propias palabras “el dinero no es el fin, sino un medio para devolverle a la comunidad lo que me ha dado”, Bosco es uno de los artistas plásticos más cotizados a nivel internacional. Su obra ha estado presente en museos, espacios y galerías tales como la Colección Jumex, Washington Square Park, el Museo de Arte de Dallas, la galería Kasmin en Nueva York y el Museo Dolores Olmedo en Ciudad de México, entre otros.
En exclusiva para M, Bosco nos platica sobre What goes around comes around su más reciente exposición en la edición 59 de la Bienal de Arte de Venecia.
¿Cómo fue la experiencia de tomar como estudio el Palacio Vendramin Grimani para la Bienal de Arte de Venecia?
Siempre es muy interesante hacer los trabajos en site-specific. Y más en esta ocasión que fue en el patio del palacio, fue mucho más complejo trabajar ya que tuvimos que cubrir todo de plástico, tienes menos movilidad para recorrer el exterior del cuadro. Y, a la vez, estar pintando al lado del Gran Canal con todos los elementos como la humedad, el frío, etcétera repercute mucho en el resultado de la pieza. Las cuatro obras que hice aquí tienen esta clase de vibración, como si siempre hubieran existido en este sitio. Muy diferente a las que trajimos de Nueva York, que se ven como extranjeras; parecieran piezas locales. Tienen una energía distinta.
What goes around comes around, ¿todo lo que se va, vuelve?
El título habla de esto, de que hay una interconectividad entre culturas, los seres humanos, países e historias. El punto fundamental de la exposición era el trabajo con la cochinilla, y como sabemos, esta fue la segunda exportación más importante de México a Europa. A su vez, habla de este continuo baile entre culturas, cómo la pintura europea influyó mucho en la mexicana que en ese entonces existía de otra manera.
¿Por qué decidiste nombrar así esta exposición?, particularmente en este palacio.
La historia del lugar habla de que era un palacio de comerciantes, y la idea era eso, hablar de la dualidad de cómo mi obra trabaja con materias primas: manos, costales, barro, pintura, y cómo coexiste en este espacio lleno de lo que para muchos es la representación de el lujo. Es un palacio kitch, y el objetivo era encontrar el balance entre lo sencillo y terrenal en este lugar tan ostentoso; que se produjera un diálogo con esta obra tan elemental.
La línea entre lo agresivo y lo sutil es delgada. ¿Cómo hacer para dar un mensaje contundente y claro a la sociedad?
Yo creo que la manera de dejar un mensaje contundente es seguir trabajando en lo que uno cree, y estoy convencido de que el arte nos da las herramientas para entender mejor al universo y, de cierta manera, transformarlo. No solo nuestro cosmos, sino la relación con la naturaleza y con otros seres humanos. Nos ayuda a entendernos mejor a nosotros y a la otredad. Mi obra habla en gran parte sobre cómo vamos a estar en este mundo solo un momento y la importancia de que este instante sea armónico.
¿Qué representa llevar a Venecia tierra de Oaxaca?
Traer el barro oaxaqueño es traer esta materia prima desde lejos. El día de mañana podrían recogerla y llevarla a Asia. Esto habla un poco de la historia de Venecia como centro cultural y comercial durante varios siglos. A su vez, el comercio entre países, en este caso México representado por el pigmento de la cochinilla, las rocas doradas como lingotes, etcétera, nos deja ver el intercambio continuo de materia, ideas, pensamientos; de cómo es la interconexión entre culturas.
“Estoy convencido de que el arte nos da las herramientas para entender mucho mejor al universo y, de cierta manera, transformarlo”.
caov