La menstruación se ha convertido en una mina de oro, pero no necesariamente para las personas que la padecen. Un informe reciente de la Universidad de Cambridge revela que las apps para seguir el ciclo recopilan una gran cantidad de valiosos datos digitales.
Rutinas de ejercicio, alimentación, medicamentos, niveles hormonales, uso de anticonceptivos y hasta preferencias sexuales quedan en manos de las empresas que analizan y venden la información a terceros. Los riesgos que esto implica, según advierte la Dra. Stefanie Felsberger, autora del estudio, podrían ser subestimados.
¿Cómo funcionan las apps?
En 2024, tres de las aplicaciones de seguimiento menstrual más populares fueron descargadas 250 millones de veces, esta es sólo una pequeña muestra de cómo los productos digitales enfocados en la salud y el bienestar de las mujeres (femtech) siguen creciendo, se estima que el mercado superará los 60 mil millones de dólares para 2027.
Sin embargo, el informe Los altos riesgos del seguimiento de la menstruación del Centro Minderoo para la Tecnología y la Democracia de Cambridge señala que el valor financiero de los datos que se obtienen a partir de estas aplicaciones es “enormemente subestimado” ya que las personas no son conscientes de cuánto están compartiendo, ni qué uso se le dan a su información.
De hecho, un estudio publicado en 2023 concluyó que las personas que utilizaban estas aplicaciones en Austria creían que sus datos de seguimiento menstrual no tenían valor comercial ni se utilizaban con otros fines de consumo.

De forma general, este tipo de aplicaciones solicita datos personales para comenzar, como la fecha de la última menstruación, duración del ciclo, síntomas físicos o emocionales, actividad sexual, uso de anticonceptivos, etc.
Aunque no es obligatorio, también es posible registrar estados de ánimo, flujo, temperatura corporal basal, sueño, ejercicio o alimentación. Datos que aparentemente ayudarán a emitir predicciones más precisas.
Sin embargo, la mayoría de estas apps no explican cómo hacen sus cálculos e incluso llegan a fallar en la duración del ciclo o las ventanas de ovulación.
“Esto se debe a que las predicciones se calculan principalmente como promedios de datos de ciclos o períodos anteriores. Los datos adicionales que aportan los usuarios a menudo no se utilizan para mejorar las predicciones, sino que son principalmente una fuente de valor para las empresas”, señala la investigación.
Un estudio previo elaborado por la especialista y publicado en 2023 reveló que algunas aplicaciones alentaban a las personas a registrar cada vez más datos personales con la promesa de que esto mejoraría la precisión de los pronósticos. Sin embargo, en muchos casos, la información adicional no se usaba realmente para personalizar los resultados, sino que alimentaba la idea de un “algoritmo inteligente” que en realidad no existía.
En tanto, los registros quedan guardados en servidores externos, lo que permite acceder a ellos desde distintos dispositivos. Dado que el mercado de estas apps está poco regulado, los riesgos para la privacidad y la seguridad son altos, como explica la Dra. Stefanie Felsberger.
Así, una simple rutina cotidiana se convierte en la llave para crear perfiles sumamente precisos de las usuarias, mismos que se usan para publicidad dirigida, venta de datos a terceros y análisis de comportamiento de consumo.
“Los datos de salud son extremadamente valiosos tanto en los mercados legales como en los mercados negros, donde los datos médicos personales pueden venderse a un precio cincuenta veces superior al de la información de tarjetas de crédito gracias a su exhaustivo análisis”, describe la autora.

Los riesgos detrás
En 2016, Cathy O’ Niel, matemática y escritora, advertía sobre un peligro que hoy se vuelve más tangible: la tecnología como enemiga cercana. En su libro, Armas de destrucción matemática planteó cómo las empresas son capaces de vender datos al mejor postor sin importar para qué fin las adquieran.
A nueve años de su publicación, el estudio de la Dra. Feldberger insiste y extiende esta lectura a través de las apps de seguimiento al ciclo menstrual.
“Existen riesgos reales y aterradores para la privacidad y la seguridad de las mujeres como resultado de la mercantilización de los datos recopilados”, afirmó en un comunicado de la Universidad de Cambridge.
Financial Times descubrió que el costo de la información de alguien que está en el tercer trimestre de su embarazo aumenta hasta 220 veces en comparación con el resto de los datos, estas mujeres son vistas como la presa perfecta para la publicidad: la llegada de un bebé modifica drásticamente el tipo de compras que hace.
Quienes siguen menstruando tampoco se salvan: existe un tipo de publicidad basada en la fase del ciclo en la que se encuentran. En la primera mitad, cuando predominan los niveles de estrógeno (algunas empresas la llaman “fase de apareamiento”) se suelen mostrar anuncios de ropa llamativa, maquillaje o productos de belleza.
En la segunda mitad, conocida como “fase de anidación” (durante la cual la hormona dominante es la progesterona), la publicidad se enfoca en artículos para el hogar, plantas o productos relacionados con el cuidado del entorno.
No obstante, puede que la manipulación motivada por estereotipos sea, por mucho, el menor de los problemas. El reporte menciona que la información también puede ser utilizada como un mecanismo de monitoreo en el lugar de trabajo, una fuente de discriminación en el seguro de salud y un arma utilizada para el acoso cibernético.
Además se cree que algunas empresas podrían hacer uso de estos datos para decidir si contratan o no a una persona o bien, por las autoridades de diferentes países para limitar el acceso al aborto.
Al día de hoy, ya existen ejemplos de cómo la recopilación de datos menstruales pueden ser utilizados para vigilar y restringir derechos, especialmente de personas en situación vulnerable. La Dra. Feldberger retomó dos casos en su investigación:
El primero ocurrió en 2019 en Misuri, Estados Unidos, región que actualmente el acceso al aborto es limitado y está sujeto a desafíos legales.

En aquel año, el director del Departamento de Salud del estado, Dr. Randall Williams, admitió haber ordenado la creación de una base de datos que rastreaba los ciclos menstruales de pacientes que acudieron a Planned Parenthood en St. Louis para identificar posibles abortos fallidos.
En los datos recuperados se incluyeron las fechas del último periodo menstrual, la edad gestacional del feto, fechas de procedimientos médicos y números de identificación médica. La existencia de esta información fue confirmada durante una audiencia estatal en la que se decidió si revocar la licencia de la clínica para realizar abortos.
El segundo caso ocurrió, durante la primera administración de Trump, la Oficina de Reubicación de Refugiados (ORR) mantuvo una base de datos con información reproductiva de adolescentes y niñas no acompañadas bajo su custodia. Además de la edad de las menores, las autoridades retomaron la fecha de su último periodo, si el embarazo fue producto de relaciones consensuales y si habían solicitado la interrupción de un embarazo.
El entonces director de la ORR, Scott Lloyd, un conocido opositor al aborto, fue acusado de bloquear activamente el acceso para algunas menores, incluso en casos de violación. Los reportes se dieron incluso después de que un juez federal prohibiera a la ORR según dieron a conocer medios de comunicación estadounidenses.
LHM