Tribuna

  • Editorial Milenio

Un rasgo notable de la generación conocida en algunos países como millennials es ser la primera nativa en la era digital, lo que la hace proclive a todo tipo de consumo por esta vía: moda, música, videos, libros, pornografía e incluso pareja. Sería una generación llamada a generar vínculos afectivos, de amistad, políticos y culturales empleando el escaparate virtual. Su reflejo sería su imagen construida tenazmente a través de los selfies –individuales y colectivos– cuando a la voz de "¡Foto!" posan de inmediato con su mejor perfil y sonrisa perfecta hacia el punto de enfoque. Una generación egocéntrica, dicen, con una fuerte dosis de narcisismo y sin miedo ni prejuicio a la mirada pública.

No hay acuerdo en la edad límite para reconocer a los integrantes de esta generación, pero sí consenso para identificar su origen: los nacidos después de 1980. Una cifra aproximada de millennials en México está cercana a los 46 millones, todos jóvenes entre los 15 y los 34 años (con datos del Censo de Población y Vivienda de 2010). Han sido beneficiarios de uno de los bienes mejor distribuidos en este país: el educativo. Pese a que tienen mejores credenciales educativas que sus padres y abuelos, su logro académico está bajo sospecha pública: es producto de un sistema educativo masificado pero con resultados mediocres. Los más afortunados se han formado en circuitos escolares de élite que los van distanciando de sus pares, y son quienes alcanzarán altas tasas de retorno en el mercado laboral. Para ellos es el cielo prometido del mercado y del consumo fácil, próximo. Internet les provee de prácticamente todo, en algunos casos de forma casi instantánea: música, videos, películas, viajes, ropa, sexo –e incluso drogas en formato mp3–. Han vivido siempre en la era de la inmediatez; no saben esperar.

Para la mayoría, en cambio, muchas de sus habilidades, especialmente las digitales, fueron aprendidas fuera de la escuela y de su hogar (al inicio del milenio, los hogares mexicanos con computadora y acceso a Internet apenas rebasaba el 10%). No reconocen los libros como un producto cultural cercano y propio. A diferencia de lo que pasó en otros países, nuestros millennials son una generación nacida en una década de crisis aguda. Y el escenario del país en que han vivido desde entonces tampoco ha sido mejor. Las bajas tasas de crecimiento los han destinado al desempleo, subempleo e informalidad, desperdiciando su potencial como bono demográfico. Otro fenómeno que ha marcado fuerte a esta generación es la exclusión. A ella pertenecen los siete millones de "Ni-Nis" que se han llevado muchas páginas de diarios y tinta de investigadores.

Hay pues varias paradojas en sus vidas. Pero la gran paradoja de los nativos digitales mexicanos de 18 a 35 años, encuestados[1] por INEGI para el Módulo sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (MODUTIH, 2013), es que sólo seis de cada diez declaran haber usado una computadora en los últimos 12 meses. De los que no la usaron (13,625), la mitad dice que esto se debe a "No saber hacerlo"; los demás, a que "No tienen necesidad de la computadora", "Desconocen su utilidad" o "No tienen acceso a una". Tampoco usaron Internet cuatro de diez (14,082). En ambos grupos, las mujeres son más de la mitad (53%), casi seis de cada 10 habitan en zonas no urbanas y el 98% no asistía a la escuela al momento de la entrevista.

Aunque el 85% tiene un teléfono móvil, muy pocos lo usaron para conectarse a internet (5%). Los que usaron internet en el último año lo hicieron desde una computadora de escritorio o un dispositivo portátil tipo laptop, notebook o tableta, y centralmente buscaron información (59%). En menor proporción lo usaron para apoyar su proceso formativo (10%), entretenimiento (8%) o para acceder a redes sociales (6%). Sólo 1,283 de nuestros millennials (6%) hizo alguna compra en Internet en el año anterior a 2013. Esta es una práctica reservada para los más escolarizados: siete de cada diez compradores en Internet tenía educación superior (licenciatura, maestría o doctorado); sus compras están destinadas a bienes y servicios personales (30%), reservaciones y boletos (16%), computadoras y software (14%) o aparatos electrónicos (13%).

Como vemos, la generación de jóvenes mexicanos que nacieron con el Notivox distan mucho de los patrones de consumo y características formativas, sociales y culturales que les han atribuido en otras latitudes. Ciertamente existe un pequeño sector que puede parecerse mucho a los millennials globales, pero no son la mayoría. El entorno en el que viven los jóvenes mexicanos mantiene latentes muchos esquemas de desigualdad heredados culturalmente, propiciados por esquemas corporativos y entornos económicos desfavorables –ahora agudizados por la violencia– que no terminan de abrir los espacios de oportunidad que necesitan.

Hemos querido mostrar en estas líneas algunas caras de la diferencia y la desigualdad, las que la fuente empleada nos ha permitido. Desde luego hay muchas más, incluso más profundas y arraigadas, a las que la generación del nuevo Notivox debe enfrentar. Los millennials mexicanos, al igual que sus pares en otras partes del mundo, usaron sus dispositivos para retratar y mostrar en la escena virtual a 131 jóvenes del movimiento #Yosoy132, para renombrase #TodosSomosAyotzinapa. Son los mismos que tienen las tasas de homicidio más altas en el país y los que en mayor proporción se reclutan por grupos delictivos. A esta generación pertenecen también los 43 que siguen faltando.

A la mayoría de esta generación no le gusta esperar, pero sigue esperando.

[1] Un total de 35,449 jóvenes: 51.5% Mujeres y 48.5% hombres, 58.8% habitantes de ciudades y 41.2% habitantes de zonas no urbanas. 19.7% asistían a la escuela y el 80.3% no asistía a la escuela al momento de la encuesta.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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