Anahí Azúa y Raúl Galicia son una pareja de emprendedores que decidieron hacer de la encuadernación un negocio y forma de vida desde hace 8 años. Si algo han aprendido en este oficio, es que no hay nada imposible. Todo se puede concretar.
Ellos encuadernan y se dedican a la venta de libretas artesanales. Con diferentes diseños y características, sí, pero todas funcionales y atractivas gracias a los forros que utilizan: las hay de colores, con figuras geométricas, con muñequitas de Frida Kahlo, con calendario azteca, con tenangos, con las figuras del clásico y mexicanísimo juego de la lotería… la imaginación, sin duda, es el límite.
Para ellos no representa gran complicación lo que hacen y es en parte gracias a la enorme cantidad de experiencia que han acumulado, aunque siempre hay nuevos retos y la consiguiente disposición para enfrentarlos si el cliente así lo pide.
“Solo es cuestión de tiempo, que te guste hacerlo y saber emplear bien las herramientas de trabajo que en este caso es brocha, cartón, papel, prensas, una guillotina y, por supuesto, un conjunto de conocimientos y habilidades aprendidas previamente”, dice Raúl.
Lo que hacemos es comprar los materiales: papel reciclado que en el medio se conoce como “capuchino”, cartón (reciclado también) y los materiales de forro, la parte más importante porque es la presentación, lo que llama y atrae a la gente. Aunque algunos de los materiales a usar podrían fabricarlos ellos mismos, el impacto en el costo final del producto aumentaría demasiado, por ello prefieren adquirirlos por fuera.
En las libretas que venden se valen de la llamada encuadernación francesa: todas están cocidas, llevan lomo, la costura va por dentro y se refuerzan con resistol. Las hay con y sin broche, pero todas con una tapa de presión, la diferencia entre una y otra es de apenas 50 pesos.
“La gente ha respondido bastante bien a lo que hacemos, es nuestro medio de subsistencia y a esto nos dedicamos al 100 por ciento, no tendríamos tiempo para hacer otra cosa porque este es nuestro trabajo; tenemos nuestro propio taller en nuestra casa y ahí es donde hacemos la producción, porque aunque los diseños no son nuestros toda la encuadernación la hacemos y es un trabajo manual”, sentencia Anahí.
Ellos son originarios de la Ciudad de México y solo se desplazan y acuden a algunos eventos en que les invitan a participar con Yolomitl (“tejiendo de corazón”) y así se les puede encontrar en Facebook. Acá en Hidalgo la relación es con los amigos de Npulgarte Bazar de Arte y Diseño cuya exposición concluye este viernes allá en el territorio universitario, en el Pabellón de la UAEH para ser precisos, donde estarán hasta las 5 de la tarde.
Dicen que si alguien les pide algún diseño en particular están en posibilidades de hacerlo, aunque cambian los materiales y el tipo de encuadernación: “nos ajustamos a los ideas o lo que nos pida el cliente, pero no trabajamos a marchas forzadas, todo a nuestros tiempos; se puede hacer casi lo que quieran siempre y cuando sea encuadernado, no hay nada imposible, solo es necesario centrar bien las ideas antes de plasmarlas, en el entendido de que cada idea, cada reto, implica más posibilidades. Sí se puede, no hay barreras, no hay límites…”.