Ricardo Sheffield (León, 1966) cambió la tranquilidad del campo por el ajetreo de la ciudad y desde su oficina, en el octavo piso de la Procuraduría Federal del Consumidor, observa el Bosque de Chapultepec. A veces se da sus escapadas pese a las intensas jornadas de trabajo que encabeza contra los gasolineros que roban a los consumidores.
Todos los lunes por la mañana acompaña al presidente Andrés Manuel López Obrador para presentar resultados del programa Quién es quién, en el contexto de la cruzada que el gobierno federal emprendió contra el huachicol, que también se comete desde las estaciones de servicio. Pese al trabajo, el abogado guanajuatense destina al menos dos fines de semana al mes a pasar el tiempo con su esposa y tres hijas en su rancho, alejado de todo.
Cuando era soltero adquirió un terreno que con el paso de los años convirtió en un rancho, un espacio para la convivencia familiar y el contacto con la naturaleza. Ahí logra desintoxicarse ahora que divide su tiempo entre León, Ciudad de México y sus giras por el país, como parte de su labor de procurador del consumidor.
Panista por 25 años, renunció para sumarse a la causa de Andrés Manuel López Obrador y compitió contra Acción Nacional en Guanajuato, el estado más panista de todo el país.
No le gustan los deportes, pero disfruta correr con su esposa y es ávido lector, principalmente de biografías, así como devorador de series, aunque cada vez con menos tiempo para verlas y desconectarse.
¿Cuándo descubrió que le gustaba la política?
Cuando estaba en sexto de primaria y organicé un sindicato de alumnos y quise promover unas elecciones internas, pero no le gustó a la directora. Finalmente, en tercero de secundaria sí lo logré, formé un sindicato de maestros, sin serlo, y luego una asociación de alumnos, que no había en la escuela, pero a los que me conocen desde muy chico nunca les causó sorpresa, es más, como dicen, ya la veían venir.
¿Y a su familia le gusta la política?
Mi hija mayor aprendió el gusto, no de manera natural, pero hemos llegado a acuerdos de convivencia en donde la acompañamos a algunas actividades y ella me acompaña a mí, aunque no le agrada tanto, pero trato de que eso no sea la actividad preponderante de mi agenda. Vamos por lo menos dos veces al mes a un rancho que tengo, uno que compré cuando era soltero. Lo adquirí en 1991 y le he invertido poco a poco porque al principio era solo un terreno y ahora nos gusta pasar tiempo ahí.
¿Qué hace con el poco tiempo que le queda libre?
Lo dedico a estar con mi familia, incluso en la actividad política que también hay los domingos, sumo a mi familia porque no entiendo la actividad política sin la integración de ella.
Y si no se hubiera dedicado a la política, ¿qué le habría gustado ser?
Político (ríe). Mi vocación es el servicio público y me gusta más a través de los cargos de elección, que es donde puedes ejercer mayor autonomía en la formación de política pública, porque en un cargo de elección tienes el respaldo ciudadano que te permite conformar la política pública. Aquí en Profeco estoy en una institución que conozco bien; soy abogado, estudié en la Ibero en León, estudié mi maestría en Harvard y mi doctorado en derecho procesal lo estoy haciendo en la Universidad Autónoma de Nuevo León y toco madera ya para terminar, llevo ocho años y no me ha dado tiempo, ya dimos el salto y yo creo que este año ya lo concreto. Yo iba a estudiar Ciencias Políticas, pero un maestro de la prepa me dijo: “Te vas a morir de hambre, porque es como la artisteada, si no pega una película o una canción, se queda uno dando clases mal pagadas”, y me convenció de estudiar Derecho, porque es el sustento de la política.
¿Su rancho es solo de descanso o también cumple alguna actividad productiva?
Tiene cierta actividad productiva también, pero a duras penas se mantiene. La realidad es que es más un tema de catarsis y de desintoxicación porque está en medio de la nada, en la sierra de la Cuatralba. No hay nada en siete kilómetros a la redonda. Lo mismo hay animales silvestres que los que se crían, es como una granja holística donde hay un poco de todo. Me da para mantener los gastos pero nos permite una experiencia de campo que yo valoro mucho, porque una parte elemental de la formación de cualquier persona es el contacto con la naturaleza y las actividades agropecuarias; me gusta el tamiz que le da a cualquier carácter y a mí me propicia la convivencia con mi familia. Ahí convivimos desconectados y ese espacio me sirve para desintoxicarme, nomás con pisar el cerro. Yo digo que los cerros le chupan a uno la mala vibra y el cansancio y en un rato se libra uno de todo.
Pero en la ciudad no hay cerros para desintoxicarse.
Para eso hay parques, aquí tenemos uno enfrente, el de Chapultepec, que de aquí desde mi oficina lo disfruto mucho, hasta me he llegado a escapar a ratitos. Yo me desenfado mucho entre los árboles.
Con esta dinámica de trabajo, ¿a poco ha podido ir al rancho?
Pues no como acostumbraba, pero trato de pasar sábado y domingo, dos veces al mes, con mi familia.