Comunidad

Mitos y conspiraciones sobre el covid-19

Si teme que lo contagien o maten deliberadamente en un hospital, entonces esto puede interesarle: no es ignorancia, es nuestro pensamiento primitivo.

La paciente se presentó al hospital 27 del IMSS con una fiebre de 38.5, dolor hasta en las uñas y aprietos para respirar. Jorge, el enfermero que la recibió, le tomó la oxigenación y, como era una conocida del barrio, se atrevió a preguntarle por qué había tardado tanto en acudir al médico.

“Es que en los hospitales están infectando a la gente”, le respondió bien convencida.

A la paciente había que hospitalizarla, pero uno de los familiares le dijo a Jorge que si la internaban la iban a matar y se la llevaron a su casa. La paciente, por lo que supo Jorge, falleció a la mañana siguiente.

Cuando Jorge me contó la historia, pensé que la desinformación y la ignorancia eran pandemias más graves que el covid-19. Después le llamé al doctor en antropología Carlos Hernández Dávila, subdirector de la División de licenciaturas en la ENAH, y supe que el ignorante y el desinformado era yo.

Lo primero que me envió Carlos fue un video donde se observa en trance a una mujer otomí de pelo gris, como si el sol se lo hubiera decolorado. En las manos carga un jarra de plástico con agua que cuida como si en ella se le fuera la vida, trae puesto un chal de caprichoso azul y por su boca está hablando la virgen María. “Los mbuehe y las katrinas son quienes están matando a los indios”, me traduce Carlos lo que está diciendo la virgen María en voz de la mujer.

La desinformación y la ignorancia son pandemias más graves que el covid-19.
La desinformación y la ignorancia son pandemias más graves que el covid-19. (Juan Carlos Bautista)

Mbuehe y katrinas, me explica Carlos por teléfono, “es equivalente a médico y a enfermera, a mestizo y a mestizo”. En el fondo, quiere dejármelo muy claro: “es una vieja lucha entre el poder mestizo que es visto, todavía después de 500 años, como una fuerza de exterminio contra los indios”.

En esta vieja lucha no hay armas. Lo que hay son los distintos saberes, las distintas concepciones de la vida, de la enfermedad y de la muerte.

“En Temoaya, una señora se fue a confesar y cuando el padre le preguntó por sus pecados, ella le contestó que le dolía la espalda por dormir mucho. El concepto teológico que tienen las personas es igual de incomprensible al que tienen del virus. ¿Qué es el covid-19 para las personas? Nadie se los ha preguntado. Los médicos cinetíficos, políticos y los medios de comunicación creen que todos entendemos de la misma manera”.

Carlos me dice que, desde antes de la conquista española, la salud no ha sido un concepto ordinario para el mundo indígena, que llevan muchos siglos manteniendo a raya a la muerte y a la enfermedad, que en su cosmovisión no se enferma sólo el cuerpo sino también el alma, que las nociones de salud y de enfermedad no son universales, y que ese discurso de la cultura clínica, de “lo saludable” (las dietas, los gimnasios, la hiperespecialización médica), apenas es tan antigua como podríamos creer. Me dice, en resumen, que en las comunidades indígenas o en las zonas urbanas hay una manera propia de ver el mundo.

“Si les preguntas a jóvenes de Interlomas o de Santa Fe cómo se cuidan de las brujas van a pensar que eres un retrógrada, pero en los suburbios te van a contestar que a las brujas las alejan con palma bendita o con un espejo”.

Las brujas llevan a Carlos a recordar lo que han llamado realismo mágico. “Es una práctica incluso política, pero para un sistema de pensamiento civilizado se trata de un pensamiento salvaje o primitivo, del que escribió Claude Lévi-Strauss. Observando los mitos en América, este pensador concluyó que ambos pensamientos (el salvaje y el científico) utilizan las mismas reglas estructurales: el ‘deténte enemigo, el corazón de Jesús está conmigo’ que dijo López Obrador, o el ‘come frutas y verduras y no seas corrupto’, es un pensamiento primitivo que se contrapone al pensamiento médico, sanitizador, (aparentemente) moderno y civilizado de Gatell”.

¿Y cuál tiene la razón?

"Los dos. Mira: si Bolsonaro o Trump sacan la Biblia en plena pandemia, o si López Obrador muestra su escapulario, entonces el pensamiento primitivo tiene razón: la gente está regresando a Dios.

¿Todos somos primitivos?

Todos. Así como Carlos Castillo Peraza dijo que todos tenemos un pequeño priista adentro, yo digo que todos tenemos un pequeño primitivo adentro.

Y Carlos me ejemplifica:

“Ayer que fui a donar sangre me encontré con la caravana anti AMLO. Quien haya leído un poco sabe que López Obrador encarna más al priista de principios de los setentas que a Marx, pero los de la caravana llevaban carteles con la palabra mágica: COMUNISTA. Podrán ser dueños de una Hummer, estudiar en Universidades privadas, ser bilingües, darse el gusto de hacer años sabáticos, pero siguen reproduciendo el mismo pensamiento salvaje: el comunismo es el monstruo que se come a los niños. Si un blanco come frijoles es vegano, pero si un moreno se los come es un pinche pobre. Nadie se escapa del pensamiento primitivo”.

Somos tan primitivos que Carlos me recuerda cuando Juan Pablo II visitaba México y la gente sacaba espejos para quedarse con el reflejo del papa.

Somos tan primitivos que Carlos evoca 2018, cuando hubo una sicosis en Coacalco, Tultitlán y Cuatitlán: se rumoraba que secuestraban a los niños para quitarles los órganos y que rellenaban los cadáveres con billetes. “Las autoridades desmintieron la historia, pero lo importante fue cómo reaccionó la gente al rumor”, me dice Carlos. “El pozolero del narco o que en el hospital te saquen líquido de las rodillas tienen la misma validez en México, sólo que no somos capaces de entender otros sistemas de pensamiento que están legitimados por la experiencia diaria”.

Esa experiencia le dice a la gente de San Miguel Ameyalco (en el municipio de Lerma, Mex.) que el Cristo de la Exaltación soltó su aire y su calor para detener al virus. “Por eso no está lloviendo en el pueblo, porque el cielo está detenido”, me cuenta Carlos. “Ya fueron a bailar al monte, ya le hicieron fiesta al santo para que esté contento, pero no cae una sola gota de agua”.

A pesar de la información que existe mucha gente no cree en el covid-19.
A pesar de la información que existe mucha gente no cree en el covid-19.(Juan Carlos Bautista)

Carlos regresa a la mujer otomí que habla por la virgen María:

“La virgen se pregunta cómo se van a lavar las manos sus hijos si no hay agua, también dice que la tierra está enferma y que ella, la virgen, ya fue a curar los manantiales para que, aún sin lluvia, el agua no deje de correr. La gente sí cree en las enfermedades, sólo que su relación con el mundo es diferente”. Y tan cree que Carlos me platica que en la sierra norte de Puebla se controló la epidemia cerrando los pueblos. “En esa zona no abrió Banco Azteca ni Coppel y a la gente que entró la pusieron en cuarentena”.

Le cuento que un médico de Guadalajara publicó en Facebook que una paciente asistió a consulta en un hospital privado y sólo hasta que le dijeron que le harían la prueba fue cuando avisó que ya se la habían aplicado y que había dado positivo. El médico le reclamó su irresponsabilidad. Ella se disculpó: temía a quedarse ser hospitalizada y a quedarse sola.

“En México tenemos la cultura de cuidar al enfermo”, me responde Carlos. “La familia se turna, dormimos en la habitación o en sala de espera y damos nuestra vida hasta que nos entregan a nuestro familiar. Con el covid-19 el enfermo se ha quedado sin dueño, sin familia, y está en manos de gente que no somos sus parientes. El enfermo quiere morir en su casa, en su cama, con un espectáculo dramático. Contrario a lo que se piensa, el mexicano no se está riendo de la muerte. Está tratando de llenar el vacío con otras narrativas”.

Esas narrativas van desde que se contagia deliberadamente a la gente en los hospitales, hasta que se les paga a los médicos por matar a la gente, van desde que los ricos fueron los que contagiaron a los pobres, hasta que la culpa es de los chinos por comer murciélagos. “Es la mitologización del covid-19”, me dice Carlos, basado en el texto La cruel pedagogía del virus, escrito por el sociólogo Boaventura Sousa Santos. “Por ahora, sólo a través de la mitología se está entendiendo este virus”.

—¿En esas narrativas podemos incluir a la gente golpea al personal médico?

—Nada justifica la violencia. Golpear enfermeras, quemar hospitales son los límites que rebasa el pensamiento primitivo.

—En México decimos de algo me he de morir.

—Esa es una declaración de principios: nacemos con la muerte, la mantenemos a raya, le damos la vuelta, nos burlamos de ella, pero tarde o temprano nos alcanza. Si esa frase la dijera alguien en la India pensaríamos que es algo muy místico, pero como aquí lo dice alguien en las calles asumimos que quien lo dijo es un imbécil.

Y fue así como entendí que no es la ignorancia, sino el pensamiento primitivo que en plena era del covid-19 parece estar más vigente que nunca.

​ledz​

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