Ximena tiene 12 años y cada uno de esos años ha participado en la ofrenda que ofrece a sus abuelos y tíos que han partido. Su labor: guiar con un sahumerio a las ánimas de sus familiares que llegarán a la ofrenda que se les ha hecho en la casa de la familia Cruz Montaño.
El camino de pétalos de cempasúchil guían a las almas que este 2 de noviembre celebraron junto a los vivos, según la tradición del Xantolo, el día en que las familias se unen para recordar a sus muertos y festejan con aquellos que siguen el camino entre tamales, chocolate, dulces, semillas, pan hecho en casa y cervezas.
Desde temprano Ximena se ha preparado y llama a sus abuelos: "vengan abuelitos que acá los esperamos y lo hacemos con gusto", dice, mientras el olor del copal inunda el espacio.
"Mi familia me ha enseñado lo hermoso que es hacer esta ofrenda para darle la bienvenida a los familiares que se han ido. Yo extraño a mi abuelo y espero que le guste lo que le preparamos", dice, mientras se corta su voz e intenta no llorar.
Carmela Cruz Montaño asegura que desde el 28 de octubre se prepara la familia para repartir los platillos que traerán y degustarán vivos y muertos este día.
"Lo hacemos con mucho agrado para que disfruten de los aromas y sabores de lo que ellos en vida les gustaban entre bebidas y comidas", explica Cruz.
Después del sahumerio, un padre nuestro y un Ave María se reza en familia, frente al altar y se les ofrece la ofrenda para que lleguen a su hogar.
"Es muy bello estar con mi familia en esta época. Sabemos que ellos están aquí", dice Ximena, quien llevó fruta al altar y "ahí como con mi abuelito. Sé que está a mi lado y lo disfrutamos juntos".
Esta ofrenda la hacen tres veces al día, en la tarde se ofrenda chocolate caliente con pan y seguimos conviviendo con ellos. Y así en la noche se hace lo mismo.
"Esta tradición ya está muy arraigada en la familia, desde mi abuelo, el de la foto que está ahí enfrente, y también con mi papá, el que está junto a mi abuelo", dice, mientras Ximena coloca un dulce frente al altar, mismo que tiene todos los alimentos preferidos: pan, dulces, nueces, pollo con mole, arroz, fruta, cacahuates, vino y tequila, todo ahí para consentir a sus difuntos.
La tarde está lluviosa, los pétalos de cempasúchil se han hundido en los charcos que quedan en el camino, y poco más de 20 personas de la familia Cruz Montaño se reúne frente a la habitación del altar para comer en familia, entre pollo con mole y arroz, así como con cervezas y un whisky para brindar.
El altar se ha pintado de azul, los manteles de las mesas están cubiertas con carpetas amarillas y en el centro, la ofrenda con un arco -hecho con una caña- adornada con flores de cempasúchil, manita de león y palmilla. Hay detalles con pan y coronas, papel picado, y ésta, rodeada de imágenes de santos, de la Virgen de Guadalupe y de Jesucristo.
Ximena ayuda a servir los platillos, ve de reojo el altar porque sabe que su abuelo anda por ahí.
"Mi abuelo me decía que siguiera con la tradición y me gusta. Quiero ser como él y espero que esté en este momento a mi lado dándome un fuerte abrazo", dice Ximena, mientras termina de guardar los vasos y platos que han ocupado para la comida, y de pronto deja de llover.