/
Un niño en cada mano y cruzábamos la plaza redonda que hace treinta años empezó a llamarse de la Cibeles. A un célebre profesor y político se le ocurrió que era bonito intercambiar cortesías con la madre patria y poner una fuente, igual a la madrileña, en ese redondel que en la infancia de mi madre y hasta mi primera juventud fue la Glorieta de Miravalle. Ahí la dejaron, siempre una copia, en el centro de lo que perteneció a la hacienda de la condesa con tal nombre.