A una década de los hechos violentos en el municipio mexiquense de San Salvador Atenco, la vena sigue abierta. La aprobación reciente de la Ley que Regula el Uso de la Fuerza Pública en el Estado de México, conocida como ley Atenco, enciende la alerta ante el riesgo de nuevas violaciones a derechos humanos (DH) en la entidad.
En el caso Atenco la presencia de las mujeres ha sido fundamental en la denuncia de las violaciones humanitarias ocurridas el 3 y 4 de mayo de 2006. La saña se enfocó contra una familia, la del líder Ignacio del Valle.
También 27 mujeres fueron víctimas de tortura sexual por parte de agentes federales y estatales. Hoy la CIDH analiza si México es responsable o no de la tortura contra 11 mujeres que decidieron denunciar ante el Sistema Interamericano.
En aquel año, una joven voz femenina tomó fuerza, en ella recayó la responsabilidad de conducir un movimiento en las primeras horas tras la agresión; su nombre es América del Valle Ramírez.
—Lucía Lagunes Huerta (LLH): ¿Quién es América?
—América del Valle Ramírez (AVR): Soy una mujer de 35 años. Tengo la fortuna de contar con unos padres que me formaron para tomar decisiones. He tenido una vida intensa; hay muchas cosas que todavía quiero realizar, (pero) por procesos y circunstancias las he visto, si no truncadas, sí interrumpidas. Hoy puedo decir que la vida es estar, resistir, no es sobrevivir.
—LLH: ¿Ha sido fácil ser América del Valle?
—AVR: Antes de eso (de que el apellido Del Valle se identificara con un líder y la resistencia de un pueblo) me recuerdo desde niña siempre soñando. Tengo muchas ideas, inquietudes y también la facilidad de socializar con la gente; esa virtud me la dieron mis padres y mi pueblo.
"Cuando viene el levantamiento zapatista en 1994, estoy en la secundaria y desde ahí empiezo a decir 'tengo que hacer algo'. Desde pequeña traigo esta cosquilla de injusticia/justicia, ese antagonismo.
"En 2001 cayó la amenaza de despojo (por el anuncio de la construcción del nuevo aeropuerto) y eso era lo que buscaba, no la represión, sino hacer cosas, transformar".
—LLH: Eres hija de un líder y no es cualquier líder...
—AVR: Irte (a la lucha) obligado por tus padres, por el qué dirán, obligado por los demás, es el peor error que puedes cometer y luego la vida te lo cobra.
"Llega 2001, el decreto expropiatorio de despojo de las tierras en Atenco y Texcoco y yo estoy todavía en la UPN con muchos de estos sueños, y digo: 'La universidad para mí es muy importante, seguro que voy acabar la carrera, pero bueno, la universidad se tendrá que interrumpir porque yo quiero estar aquí'.
"En una reunión recuerdo que estábamos varios compañeros y alguien me dijo: 'Tu papá está diciendo no sé qué; contéstale tú, América'. Levanto la mano: 'Aquí quiero aclarar dos cosas: una para todos; sí, él es mi papá; llegando a mi casa es mi padre, pero aquí es mi compañero, cosa que le quieran comentar a él, se lo comentan a él; y dos: para ti papá, aquí somos compañeros, aquí no me trates de tu hija, somos iguales; de aquí no me voy, voy a luchar y aquí me respetas y te respeto como compañeros'. Fue muy difícil porque además es una lucha generacional y de género".
Represión
—LLH: ¿Cómo vives ese proceso?
—AVR: El 2 de mayo habíamos acompañado a los compañeros a la sexta (caravana zapatista) a la UNAM, y entonces decido quedarme en el Distrito (Federal). Escucho la llamada a las 6:30 de la mañana; me habla mi padre y me dice: 'Oye, la situación está muy canija; estamos en el mercado; ya hubo golpes, detenidos. No te regreses y trata de informar en el DF, en las organizaciones, en los medios de comunicación'.
"Yo tenía que terciar llamadas. Me empezaron a llamar medios de comunicación para saber qué estaba pasando. Iba a cumplir entonces 26 (años). Me quiero regresar (a Atenco). Cabeza y corazón se te parten; una parte está allá, el deber no.
"Ya habían ocurrido las primeras detenciones en el mercado de flores en Texcoco, y ya estaban los bloqueos en Atenco para pedir diálogo. Ya cuando estamos en Tlatelolco (en el mitin zapatista) fue tremendo, ya sentía lo que se podía venir y sabía que mi padre estaba ahí. Tuve que quitarme mi vestido de América; sabes que ya estás renunciando a ti.
"Cerca de las 5 de la tarde fue la última llamada de mi padre. Yo no quería que me dejara de hablar. Recuerdo esas horas tremendas de saber que ya se lo habían llevado (preso). Estaba muy consciente de que lo iban a torturar. Las horas siguientes fueron decir: 'Me tengo que desaparecer del escenario'. Y ahí empieza otra historia. Era entrar a una trinchera desconocida, que la tienes que ir aprendiendo, la tienes que ir construyendo tu sola. Esa trinchera se convirtió en mi casa".
—LLH: ¿Cómo resistes cuatro años sin el contacto con tu familia?
—AVR: Sí, es a lo primero que renuncias. El saber que ellos afuera están luchando, saber que también están sufriendo, saber que nuestra familia es más grande. Había dos caminos para mí: quebrarme, cerrar los ojos y optar por el derecho a no ver, no sufrir hasta que pasara la tormenta; o vivir con los ojos abiertos, mirando de frente, y opté por lo segundo.
"Cuando escuchaba y leía los testimonios de las compañeras sexualmente torturadas, cuando veía y me llegaban cartas, percibía dolores, pero a su vez un aplauso inmenso. Tenía que hacer mi tarea, y mi tarea es resistir".
—LLH: ¿Qué le significa a América que el entonces gobernador sea hoy presidente?
—AVR: Es algo absurdo. ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué es este país? ¿Qué hemos hecho para tener a alguien que se confiesa responsable de lo que ocurrió (en 2006)? ¿Dónde quedó nuestra humanidad?
—LLH: ¿Cómo construir la esperanza?
—AVR: Es un camino, un proceso desde el exilio, desde esta persecución tremenda en que renuncias a los tuyos. Tienes que aprender que tu casa no es una casa, es un refugio donde tienes de vecina a la derrota, a la tristeza, a la soledad, al odio también, a la venganza, y tú decides a quién dejas pasar.
"Nos quieren arrebatar todo, la vida, la tierra, el futuro, la esperanza, y encima de todo ser felices, sonreír; es que a mí no me van a arrebatar eso, ya me arrancaron mucho, pero no me arrancaron mi derecho para seguir luchando y seguir sonriendo".
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