Ante el creciente contexto de violencia y fragmentación social que aqueja al país, la iglesia católica mexicana ha decidido emprender una apuesta pastoral profunda: capacitar a sus agentes —sacerdotes y laicos— para actuar como constructores de paz en territorios donde el crimen organizado, la desigualdad y los efectos del cambio climático han colocado a comunidades enteras en situación de vulnerabilidad extrema.
El lunes y martes, 40 sacerdotes y 30 agentes laicos de diversas regiones de México se reunieron en la Universidad Pontificia para participar en el curso Fortalecimiento de Capacidades de Negociación en Sacerdotes y Agentes, organizado por la Comisión Episcopal para la Pastoral Social, el Centro Lindavista y el Instituto para la Paz.

Más allá de ofrecer un enfoque técnico, el taller buscó compartir experiencias locales, crear redes entre diócesis y fortalecer habilidades para dialogar con todos los actores involucrados en contextos de violencia, incluidos gobiernos y grupos armados.
“No se trata de formar curas que negocian con el narcotráfico. Se trata de formar sacerdotes y agentes que puedan ser constructores de paz en situaciones complejas,” explicó en entrevista el sacerdote Filiberto Velázquez, director del Centro Minerva Bello, con sede en Guerrero.
Velázquez, quien ha acompañado procesos de mediación y reconciliación en comunidades afectadas por el crimen organizado, hizo énfasis en que la violencia en México no puede entenderse únicamente desde la lógica del narcotráfico.
“Como en Guerrero tenemos el matrimonio infantil, la pobreza extrema o la falta de oportunidades. La violencia se exacerba ahora con el cambio climático. El huracán que te pega cada medio año… la falta de empleo. Hay cantidad de factores que agudizan el problema de la violencia.”
Desde esta lectura integral, el sacerdote reconoció que la tarea pastoral requiere herramientas específicas para enfrentar escenarios complejos:
“Obviamente no es suficiente. Necesitamos seguir aprendiendo herramientas que nos ayuden a dialogar con todos los actores. No solamente con el crimen organizado. Con empresarios, autoridades, sociedad civil.”
"La tarea de la seguridad sigue siendo del Estado"
El curso forma parte de una respuesta institucional más amplia que comenzó tras el asesinato de dos sacerdotes jesuitas en la Sierra Tarahumara en 2022. Ese hecho detonó la articulación del Diálogo Nacional por la Paz, del cual el Centro Minerva Bello ha sido parte activa.
“Hemos caminado ya desde hace tiempo respondiendo al pulso de las víctimas. Escuchando el clamor del pueblo. Hemos hecho talleres con expertos de otros países que han vivido procesos similares, como Colombia, en atención a las víctimas y a las causas.”
A lo largo del taller se abordaron casos concretos —desde Altamirano hasta Michoacán— y se discutieron estrategias locales que han permitido paliar el abandono estatal.
“No hay un manual para los escenarios. Tampoco queremos crearlo. Lo que queremos es construir una comunidad de acompañamiento y aprendizaje. Compartir lo que te ha funcionado a ti en Acapulco, en Chilpancingo, en Mérida.”
Velázquez dejó en claro que esta labor no busca suplantar el papel del Estado, sino complementar los esfuerzos desde una perspectiva humanitaria:
“La tarea de la paz y la seguridad sigue siendo del Estado. Nosotros respetamos sus estrategias. Pero tenemos claro que el tejido social está dañado, y desde la iglesia estamos convencidos de que la única forma de reconstruir este país es apostando por la paz que tanto anhelamos.”

En ese sentido, destacó que ya se están articulando esfuerzos con gobiernos locales para implementar consejos de paz que permitan una reconstrucción real desde la base comunitaria.
“Esto me ayuda a mí a sentarme con las autoridades. A tener un diálogo respetuoso y proponer cómo nos ponemos de acuerdo. Para que el mensaje de paz lo puedas escuchar en la iglesia, pero también en la escuela, en la empresa, en el gobierno.”
Con tono firme concluyó: “la clave es no caminar solos. El lenguaje universal es el de la justicia, el de la paz, el del amor”.
“Pero, si no recuperamos el sentido de vecindad y comunidad, difícilmente la paz va a permear. Porque no hay estrategia desde arriba que funcione si no empezamos desde abajo”.
¿En dónde el clero ha negociado con el 'narco?
- 1 Guerrero José de Jesús González Hernández, obispo de la Diócesis Chilpancingo Chilapa, dio a conocer que él y sus homólogos de Ciudad Altamirano, Acapulco y Tlapa de Comonfort hablaron en 2023 con los grupos delictivos. La Familia Michoacana, Los Tlacos y Los Ardillos, operan en la zona.
- 2 Estado de México El arzobispo Maximino Martínez reveló que el clero de Toluca se reunió con criminales para, igual que en Guerrero, buscar pacificar el Estado de México.
Aprender a dialogar, fundamental: arzobispo Garfias
En entrevista con Carlos Zúñiga para Notivox Televisión , el arzobispo Garfias expresó que “la intención es que nosotros los obispos, los sacerdotes, los laicos más comprometidos… podamos entender que es fundamental aprender a dialogar”, por lo que enfatizó que dicho aprendizaje es clave para proponer vías de reconciliación.
Además, añadió que el propósito no es justificar actos delictivos, sino “ofrecerles a los delincuentes la alternativa de perdón y reconciliación”, al tiempo que se construyen redes con autoridades en todos los niveles para promover condiciones de justicia transicional y reinserción.
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Carlos Garfias, arzobispo de Morelia
El clero busca ofrecer a los delincuentes la alternativa de perdón y reconciliación.

El arzobispo de Morelia apuntó que “la experiencia de Morelia con el programa Paz en tu Colonia” es un ejemplo de acciones concretas, donde se organizan actividades culturales, deportivas y comunitarias para prevenir la violencia en zonas de alta conflictividad.
También reconoció que “esto implica un acuerdo donde cada quien hace su parte”, aclaró que no se trata de convivencia, sino de ofrecer salidas a quienes decidan abandonar la criminalidad. Subrayó que este enfoque exige sensibilización y compromiso colectivo.
Reveló que “en este momento estamos alrededor de 70 personas, 45 sacerdotes, y participación desde Jalisco, Michoacán, Guerrero y otras entidades”, lo que da cuenta del alcance regional de esta estrategia pastoral de paz.
Admitió que “la iglesia puede ser mal vista” por estos esfuerzos, pero reiteró que “el diálogo es para reconstruir el sentido de vida de las víctimas”, mediante más de 30 centros de escucha en Michoacán y alrededor de 100 a nivel nacional.
IOGE