Comienza la escena: son mujeres representantes de pueblos indígenas caminando sobre el Zócalo, guían el camino hacía Palacio Nacional. Una de ellas lleva el bastón de mando, símbolo de energía, fuerza y sabiduría de los pueblos de México.
Luego, caminando a su lado aparece la presidenta Claudia Sheinbaum. Detrás vienen mujeres del Ejército y enseguida se alcanza a observar a tres mujeres más, son tres enfermeras del Instituto Mexicano del Seguro Social; llevan su uniforme y su cofia, portan el logosímbolo del águila que abraza a la madre que alimenta a su hijo.
Es el vídeo que antecede a las #MañanerasDelPueblo. Termina cuando aparecen doctoras, bomberas, policías, ingenieras, todas mujeres y todas ellas dentro de Palacio Nacional, porque la presidenta no llegó sola, llegaron todas. También llegaron las enfermeras del IMSS.
El papel protagónico de las enfermeras no es nuevo y, aunque poco se han reconocido, siempre han estado en las grandes transformaciones del país.
Así fue en la primera transformación; durante el movimiento de Independencia, cientos de mujeres atendieron, curaron y salvaron a los combatientes en los llamados “hospitales de sangre”: cuartos donde no se dormía, donde se limpiaban heridas entre balazos; mientras otros luchaban por libertad con armas, ellas lo hacían con vendas y temple.
En la segunda transformación, cuando la nación se debatía entre la fe y la razón, las Hermanas de la Caridad no abandonaron su vocación. No pedían reconocimiento, no tenían contratos ni derechos laborales, pero tenían algo más poderoso: una convicción profunda de que la vida ajena también es propia.
Al inicio de la Revolución, la tercera transformación del país, la lucha armada requirió nuevamente a las portadoras de la luz. Ahí está la historia de Leonor Villegas, conocida como La Rebelde, que en marzo de 1913, tras un ataque en Nuevo Laredo, cruzó el Río Grande junto a dos amigas para ayudar a los revolucionarios heridos. Ella misma financió su brigada Cruz Blanca y en enero de 1914 transformó su casa y su escuela en hospitales para tratar a gente de ambos lados de la frontera.
En las tres transformaciones estuvo presente un símbolo de esperanza con rostro de enfermera.
En el primer piso de la cuarta transformación no fue la excepción; la Enfermería acudió al llamado y fue la parte medular de la lucha contra el covid-19, lo que permitió que en el IMSS tuviéramos más de 20 mil camas dirigidas a atender la pandemia.
Y ahora, en el segundo piso de este movimiento de transformación, la presidenta de México planteó tres grandes estrategias para consolidar un mejor sistema de salud y, en cada una de ellas, resalta la participación del personal de Enfermería del país, pero sobre todo de las enfermeras del Seguro Social.
Lo mismo en “Salud Casa por Casa” que estamos trabajando con la Secretaría de Bienestar, que en “Vive Saludable, Vive Feliz” con la Secretaría de Educación Pública, y también en las “Jornadas de Paz”, que trabajamos con las secretarías de Gobernación y de Seguridad.
Por eso, ayer que se celebró el Día Nacional de la Enfermería, las reconocimos en la mañanera, en Centro Médico Nacional Siglo XXI, en el Auditorio Alejo Peralta del Instituto Politécnico Nacional, pero ninguna celebración será suficiente si no avanzamos en algunos pendientes:
Lograr que en cada nivel de atención, los y las licenciadas en Enfermería prescriban medicamentos con autonomía, con base en la reglamentación vigente. Impulsar programas de atención a la salud mental para ellas y ellos, y visibilizar más las contribuciones del personal de enfermería al sistema de salud para dejar atrás algunas prácticas machistas.
El camino está trazado, es tiempo de mujeres y en el sector salud es tiempo de la enfermería.