1978 fue trascendental para la salud del mundo: la Organización Mundial de la Salud organizó en Alma Ata, Kazajistán, la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria a la Salud, en la que participaron 67 organizaciones internacionales y 134 países, incluido México.
Ahí se reunieron varias de las mentes más destacadas del siglo XX para pensar el futuro de los sistemas de salud. Producto de ello surgió la Declaración de Alma Ata, un documento que expresaba que todos los gobiernos, trabajadores de la salud y la comunidad internacional, debían tomar medidas urgentes para proteger y promover un modelo de atención a la Salud que permitiera llegar al año 2000 con salud para todas las personas del mundo.
Alma Ata transformó el paradigma de la salud global, pues apostaba por dejar atrás los modelos de salud “hospitalo-céntricos” y medicalizados. Proponía una medicina más social y con participación comunitaria. Además, planteaba que la salud debía ser entendida como un estado de completo bienestar físico, mental y social y, no solamente como la ausencia de afecciones o enfermedades.
México respondió a ese llamado y el 25 de mayo de 1979 el presidente José López Portillo firmó el convenio entre el IMSS y la Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados (Coplamar) para extender los servicios de salud a todo el territorio nacional con un enfoque social, preventivo y universal.
Nació así el IMSS-Coplamar, hoy IMSS-Bienestar, que se pensó entonces como la base para establecer el Modelo de Atención a la Salud que acercaría la salud a las familias, a los centros de trabajo y que debía llegar paulatinamente a todos los rincones del país.
Lamentablemente, tres años después, en 1982, el país tomó un rumbo contrario y comenzó un proceso de descentralización de los servicios de salud que transfirió facultades y atribuciones de la federación a los estados y entregó la capacidad de atención médica y hospitalaria a cada entidad, fragmentando aún más el Sistema de Salud.
Con esta decisión, lejos de consolidar un modelo nacional, cada estado comenzó a definir cómo atendería a su población.
El proceso de descentralización se concluyó en 13 estados, mientras que en 19 no se logró, algunos hospitales y unidades de primer nivel se mantuvieron a cargo de la federación bajo el modelo original del IMSS-Coplamar.
En 2019, antes de que iniciara la pandemia, con el Presidente Andrés Manuel López Obrador comenzamos un recorrido por los 80 hospitales del programa IMSS-Bienestar que se mantuvieron atendiendo a personas sin seguridad social bajo la perspectiva de Alma Ata y a diferencia de lo que se pensaba, funcionaban y lo hacían muy bien. Entonces se definió la ruta: no solo había que continuar con el programa, sino que había que fortalecerlo y convertirlo en el Modelo Nacional de Salud para la atención de las y los mexicanos.
Pasada la emergencia retomamos ese propósito y pasamos de tener un programa a una nueva institución llamada “Servicios de Salud IMSS-Bienestar”, que, a diferencia del Seguro Popular, que funcionaba como un ente financiador, IMSS-Bienestar es una institución con su propio personal, con sus propias unidades y que por primera vez en la historia del país cuenta con un Modelo de Atención de carácter sectorial.
Lo que hoy estamos haciendo con IMSS-Bienestar es retomar una perspectiva que no debió abandonarse jamás, la que llevó a varios países a consolidar su sistema de salud y nos llevará a nosotros a hacer de la salud un derecho como lo establece la ley y no un privilegio como lo estableció el modelo neoliberal.
A 45 años de su nacimiento, los datos demuestran que los lugares en dónde IMSS-Bienestar (Coplamar) se mantuvo, las personas hoy tienen una mejor salud.