Durante estos 70 años de su fundación, la República Popular China ha logrado un gran desarrollo en la construcción de su infraestructura. A finales de 2018, las carreteras sumaban 4.85 millones de kilómetros, las líneas ferroviarias superaban 131 mil kilómetros, la producción energética alcanzaba 3 mil 770 millones de toneladas de carbón estándar, la capacidad instalada de generación de electricidad era de mil 900 millones de kilovatios y los cables ópticos de comunicación totalizaban 43.58 millones de kilómetros, ocupando todas estas cifras el primer lugar mundial. En los años recientes, hemos asombrado al mundo con un gran número de megaproyectos caracterizados por la “velocidad, precisión y calidad china”: el puente Hong Kong-Zhuhai-Macao, el de mayor longitud sobre el mar; el ferrocarril Qinghai-Tíbet, línea que opera a la mayor altura sobre el nivel del mar; la autopista Beijing-Urumqi, que atraviesa el tramo de desierto más largo; y el puerto Zhoushan de Ningbo, el primero del mundo con un rendimiento de carga anual superior a mil millones de toneladas, solo por mencionar algunos. En esta ocasión, me gustaría compartir con ustedes los tres secretos del rápido desarrollo de la infraestructura en China.
Primero, son indispensables el conceder importancia a las ideas, la garantía institucional y el aumento de la inversión. El gobierno chino considera a la infraestructura como una base para sostener el país y hacerlo poderoso, así como una medida esencial para romper el cuello de botella del desarrollo, mejorar el bienestar social, promover la interconectividad y lograr el desarrollo sostenible.
En consecuencia, opera de forma coordinada, estudia políticas y elabora planes a mediano y largo plazos a escala nacional. Como saben, la infraestructura es una industria que usa dinero rápidamente, pero tarda en generar ganancias. Por eso es necesario que el gobierno juegue un papel directivo e incentive la participación del mercado. Para dicho fin, China ha creado varios fondos centrales y locales de inversión para la infraestructura, promoviendo una forma de cooperación de asociaciones público-privadas, y estimulando la combinación de las finanzas públicas y el capital social y de esta forma asegurar suficientes fondos dedicados a ese terreno. En 2018, China invirtió 2.44 billones de dólares en la infraestructura y entre enero y julio de este año, la cifra ya superó 2.4 billones de dólares.
Segundo, la integración del desarrollo regional y la interconectividad. China se enfrenta a problemas como el desarrollo desequilibrado y la estructura desigual de infraestructura entre zonas costeras e interiores, así como entre el este y el oeste. El gobierno presentó estrategias de desarrollo coordinado regional, como por ejemplo la explotación del oeste a gran escala, la vigorización del noreste y el despegue de las regiones centrales. Por medio del desarrollo de la interconectividad y la creación de canales de infraestructura de transporte, energía y producción, se ha apresurado el acercamiento industrial y se ha logrado la libre circulación de las materias primas, el mercado y otros recursos, impulsando a los lugares relativamente atrasados a formar varias zonas metropolitanas que se están convirtiendo gradualmente en el nuevo polo de crecimiento económico. En 2018, el centro y oeste de China representaron 21.2 y 20.1% del PIB del país respectivamente, 1.9 y 2.7 puntos porcentuales más alto que en el año 2000. Gracias a la iniciativa de la Franja y la Ruta, estas regiones han sido el nuevo destino de la inversión extranjera y la transferencia industrial. Los centros de bigdata de Huawei, Apple y Tencent se encuentran en Guizhou, en el pasado una provincia pobre; Alibaba, Amazon y Samsung tienen sus oficinas regionales en Xi’an, una ciudad en el noroeste; mientras que Intel, Dell y Foxconn están convirtiendo a Chengdu en el “Silicon Valley del Oeste”.
Tercero, el recíproco impulso entre la innovación científica y tecnológica y el desarrollo de la infraestructura. Gracias a las tecnologías eje a la vanguardia mundial que maneja China, sus megaobras han podido superar las dificultades del medio ambiente y los límites de construcción: el puente Hong Kong-Zhuhai-Macao, poseedor de seis récords mundiales, tiene 454 patentes; los constructores del ferrocarril Qinghai-Tíbet resolvieron el problema técnico mundial del suelo congelado en la meseta; y el tren bala Fuxing puede operarse a la mayor velocidad del mundo, debido a la independiente innovación china para superar el efecto de resistencia del aire y la difícil técnica de soldadura. Mientras tanto, China, adaptándose a la ola del desarrollo de la información digital, ha venido acelerando la investigación y el desarrollo de la red 5G, internet de las cosas, nuevos materiales, inteligencia artificial, equipos de alta gama e internet industrial, y los aplica en los campos tradicionales de infraestructura como el transporte, la construcción urbana y las obras hidráulicas para desarrollar la “nueva infraestructura” de ciudades inteligentes, conducción no tripulada, red eléctrica inteligente y transporte ferroviario avanzado, promoviendo en gran medida la transformación y optimización económica, el desarrollo social y la mejora de vida del pueblo.
México es un importante mercado emergente y tiene un gran potencial de desarrollo. Acelerar la construcción de la infraestructura e incrementar el nivel de interconectividad forman parte de la cuarta transformación (4T) propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
China está dispuesta a compartir con México sus experiencias exitosas en el área, aprovechando plenamente sus ventajas en la planificación, la construcción, la fabricación de equipos y gestión de proyectos, y bajo el principio de consulta extensa, construcción conjunta y beneficio compartido, trabajará para explorar el potencial de cooperación y lograr la integración de ventajas complementarias y el ganar-ganar, con miras a esforzarse juntos por la mejora de la infraestructura de México e impulsar el continuo y estable desarrollo de su economía.
* Embajador chino