Cultura

Mi "Guernica"

Creo que salvo La Gioconda (Da Vinci, 1503-19) no hay otra obra sobre la que se haya escrito tanto, se haya pronunciado tal cantidad de expertos y no expertos, ni haya acaparado la atención e imaginación popular como la enorme tela (349 x 777 centímetros) que Pablo Picasso pintara en 1937 bajo el tema del bombardeó a la población vasca de Guernica. Ante trabajos como este y otros no tan citados, los escritores que a ellos se acercan, según me enseñara mi maestro don Alfredo Gracia Vicente (QEPD) suelen titular sus textos como “Mi Salvador Dalí”, “Mi Bosco”, “Mi Quijote”, “Mi Picasso”, etcétera, pues ante la enorme cantidad de literatura que existe sobre ellos, lo único que cabe son las aproximaciones personales, ya que son las que pueden arrojar una nueva lectura sobre lo ya conocido o lo archiconocido. Así pues, lo que sigue es mi aproximación personal al Guernica (este texto es algo así como “Mi tercera o cuarta Guernica”, por lo que espero no traicionar a las anteriores, ni repetir lo que ya he dicho sobre ella).

Traigo a colación este tema, pues como se sabe, la pintura mural llega a su octogésimo aniversario, por lo que es una forma de sumarnos a las celebraciones que alrededor del mundo se le rinden, y porque fue, precisamente durante este mes que acabamos de iniciar, el mes de mayo, cuando Picasso la pintó.

Desde mi particular punto de vista hay por lo menos cuatro ángulos o facetas bajo las cuales es posible apreciar mejor el tremendo potencial e impacto que tiene y ha tenido esta obra.

La primera de ellas (el orden que sigo aquí no tiene nada que ver ni con valor, calidad o importancia) se refiere al acto que motivó al pintor a llevarla a cabo. Aquí habría que distinguir dos orígenes: uno, este sí el primero, fue la petición que en enero el gobierno republicano le hiciera al ya famoso pintor para participar en el pabellón español de la Feria Internacional de París a celebrarse ese mismo año (recordar que España se encontraba envuelta en una terrible guerra civil desde un año antes), petición a la que había respondido regalando a los republicanos la serie de grabados (18) que conocemos bajo el título de Sueño y mentira de Franco. Sin embargo, el 26 de abril de ese año, la aviación alemana, con el consentimiento de Francisco Franco, lanzó un descomunal e inhumano ataque contra la indefensa población de Guernica en el país vasco. La noticia, que es cuando seguramente la conoció y vio por fotografías Picasso, se dio a conocer al día siguiente a través de la prensa internacional y se puede afirmar que desde ese momento hasta mediados de junio que es cuando la entrega terminada, la tela se concibió y llevó a cabo.

Una segunda aproximación la constituye la historia de la propia tela, no solo durante el tiempo en que se realizó y que conocemos gracias al extraordinario documento que nos legó Dora Maar, sino lo que sucedió con ella después de ser expuesta en el referido espacio ferial, el periplo seguido, primero por Europa, después América Latina (una historia muy poco conocida, por lo que no se le ha estudiado debidamente) hasta llegar a los Estados Unidos y la batalla por presentarse en el Museo de Arte Moderno, para años después (1981) regresar a España, exhibida primero en el Casón del Buen Retiro; finalmente, de 1992 a la fecha en el Centro de Arte Reina Sofía. Seguir su historia crítica desde entonces es seguir también la ruta a través de la cual esta tela se convirtió en un icono mundial.

Este sería el tercer ángulo desde el cual se puede apreciar el Guernica, el de su valor como símbolo y como es que este símbolo a pesar de que tiene un centro bien establecido (la denuncia en contra de la guerra; es interesante en este contexto el que Picasso nunca se pronunciara ni a favor ni en contra de ninguna de las lecturas que se le dieron a la obra y que él conoció), al igual que ser el centro, por excelencia, de la discusión sobre la participación del arte y los artistas en asuntos políticos, se hayan apropiado de él desde los grupos antimilitaristas, pasando por ser parafraseada por múltiples productores, hasta ser empleada por los Simpson, Marvel, etcétera.

Finalmente hay que ver al Guernica en tanto su inserción en la historia del arte del siglo XX. Me parece que el primero en estar consciente de la oportunidad que representaba realizar esta obra, fue el propio Picasso y así fue que decidió hacer de la pintura un resumen de los estilos que ya había superado, pero de los cuales conocía su valor e impacto, pero también una proyección al futuro al retomar en ese momento una pintura narrativa o si se prefiere una versión del realismo picassiano en tono narrativo, cuando lo que prevalecía eran los experimentos surrealistas, y el lento, pero seguro ascenso de la obra abstracta que se impondría, a pesar de los pesares, al fin de la Segunda Guerra Mundial. Me atrevería a decir que Picasso abre y cierra el corazón del arte moderno. Las señoritas de Avignon (1907), estas viejecitas de 110 años, son la puerta abierta para la transformación del viejo orden pictórico, y en ellas está todo por lo que serían conocidos y valorados los movimientos que le siguieron. Treinta años después, ya establecido el nuevo orden que representa el Arte Moderno, ese que venía gestándose desde el siglo XIX, el Guernica da el portazo a la utopía que le daba vida. No hay nada, no queda nada que pueda redimir al hombre después de la barbarie de la Segunda Guerra Mundial. Lo que siguió de ahí en adelante, del Guernica, de la Segunda Guerra Mundial, no han sido más que palos de ciego en busca de un sentido perdido quizás para siempre.

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Xavier Moyssén Lechuga
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