Sociedad

Tina Turner: el icono gay que debió ser

Hubo un tiempo en que las drags queens preferían imitar a Tina Turner en lugar de andar como técnicas en puericultura en salones con las ventanas tapizadas de diabéticos árboles, flores y estúpidas abejas inofensivas. No me imagino a la legendaria Divine debatiéndose entre comer caca de perro y leer cuentos a mocosos.

Recuerdo el potente show en un bar de San Francisco por ahí del 2006 en el que las drags llevaban puestas unas pelucas similares a como Tina Turner solía llevar el cabello a mediados de los ochenta, pero con el triple de volumen. Los picos de esas noches se alzaban cuando había que mover los labios y los tríceps, las pantorrillas, al ritmo de “Proud Mary”, la canción de los Creedence Clearwater Revival que cobró nuevo octanaje de dignidad en la frenética versión de la Turner escoltada por la dirección musical de Iker Turner.

En el libro de “Finding Fogerty”, Thomas M. Kitts escribe que cuando John Fogerty escribió “Proud Mary” buscaba otorgar una suerte de futuro y esperanza ligera en recuerdos traumáticos de aquellos que regresan después de haber defendido la patria en una guerra que no planearon ni pidieron y sin embargo formaron parte. El mismo Fogerty venía de una experiencia en el servicio militar y las líneas que describen a la gran rueda siguiendo su destino a la orilla del río, alude Fogerty, sería una suerte de abrazo solidario que fortaleciera la idea de que absolutamente todo, lo bueno y lo trágico y lo doloroso va quedando atrás.

La versión de Turner saldría tan solo dos años después del debut en manos de Fogerty y los Creedence, pero el tema cobró vida y eternidad en la voz atizada de aguerrido entusiasmo que incendiaba la garganta de Turner. Después se sabría que ella libraba su propia guerra doméstica y que también habría que dejar en las riberas años de dolorosa violencia física y maltrato emocional que le propiciaba su marido Iker Turner.

En un acto inauditamente opuesto a las consignas que sostienen el feminismo actual, Tina decidió mantener el apellido de su esposo y con él hacerse una fama que mezclaba soul y rock pop con ganchos de voz destemplados arrastrados por una nobleza fermentada en terciopelo y cemento que tanto caracterizó a la voz de Tina Turner.

En tanto a la versión de “Proud Mary” me quedo con la de los Creedence acaso por su sensibilidad enteramente masculina. Solo tengo un álbum de Tina Turner y mi canción favorita sin duda es “I don’t wanna fight” por sus líneas coros pop y su letra de cruel optimismo.

La inesperada y muy dolorosa muerte de Tina Turner trajo de vuelta sus éxitos a las bocinas que hoy conviven sintonía con el bluetooth y la justicia social digitalizada. Por supuesto muchos gays no se quedaron con las ganas de postear algún comentario que enaltecería el empoderamiento de Turner, hoy tan difundido. Sin detenerse a pensar que el valor de Turner surgió de subvertir el sentido estricto de esas instituciones que hoy muchos gays aspiran a reivindicar y consolidarlas de su columna más tradicional y conservadora, como el matrimonio.

A pesar de que la vida personal de Turner, allanada de momentos crudos, se asemeja a los momentos más rudos en la lucha de la visibilidad gay y de que sus canciones dan forma a musicales en teatros de Nueva York y Chicago, nunca fue un icono en el santuario de los ídolos pop que ven por la fe de los homosexuales. No del todo. Las letras no ceden a la autocompasión. Su mejor venganza fue sobreponerse a la cruel intimidación ejercida por su esposo Iker Turner en casi la totalidad de su matrimonio con el glamur desprolijo de los contratos millonarios y el calor de los barrios populares y peligrosos. Algo de lo que muchos gays han tratado de escapar. Sobre todo desde que Will and Grace impuso un estilo de vida urbano envuelto en perfectos pantalones Dockers. La continuidad del repertorio de Turner se detiene en puntos de inflexión que vuelven a la calle para honrar su inspiración, como pasa en su icónico video “What’s love got to do with it”. A pesar de la deshonrosa encarnación de Shangela, Tina Turner no es un modelo recurrente en los Snatch Game de RuPaul Drag Race y sus remixes no es algo que los DJ mamados pongan en las tornamesas.

Quizás su inconsolable pérdida sirva para apreciar la honradez de su rock pop que tiene más en común con nuestra sobrevivncia gay que muchos nuevos talentos que hacen de sus tragedias personales un melodrama sobrevaluado. Porque si algo tuvo Turner es nunca frivolizar su tragedia personal. Tan solo dejándola a la orilla del río.


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Wenceslao Bruciaga
  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
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