Política

La jugada de Zaldívar

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Arturo Zaldívar renunció a ser ministro de la Suprema Corte para integrarse al equipo de Claudia Sheinbaum. Hasta ahora, su renuncia ha sido interpretada como “un favor a AMLO”, una ayuda para que el presidente elija a quien será el sucesor de Zaldívar.

Esta lectura me parece equivocada.

Obrador no gana nada con la salida adelantada de Zaldívar. Se deshace de un ministro afín (Zaldívar), para substituirlo por otro afín. Si acaso, Obrador pierde porque el cambio requerirá una tortuosa negociación con la oposición o una imposición bastante criticable. Se gana solo un pleito político.

Claudia también pierde. Al avalar que Zaldívar se vaya a su campaña, ella renuncia a una de las capacidades más codiciadas de cualquier presidente: influir en la Suprema Corte mediante un nombramiento propio.

Esto supone que hay algo, de proporciones mayúsculas, que motiva la jugada de Zaldívar. Algo tan apetitoso que Claudia lo prefiere, por encima de tener un ministro propio, y que Obrador también lo prefiere, tanto como para comprarse un pleito político.

Entender qué es ese apetitoso incentivo que plantea el caso Zaldívar requiere comprender dos cosas.

Primero, una importante diferencia entre Obrador y Claudia. A diferencia del primero, que intentó implementar su agenda con encargos, decretos y mañaneras, Claudia tiene claro que no se puede implementar nada sin cambios legales reales.

Segundo, entender el caso Zaldívar requiere recordar que la falta de consejo legal sólido fue el talón de Aquiles de Obrador y la causa por la que perdió muchas de sus batallas. Su primer consejero jurídico, Julio Scherer, operó para su propio beneficio, en muchas ocasiones, incluso en detrimento del propio presidente. Su segunda consejera, María Estela Ríos, no ha mostrado tener la pericia para dar batalla. Así, el sexenio de Obrador ha ido dando tumbos, pasando de uno u otro error legal.

Los dos puntos anteriores hacen evidente que, de convertirse en presidenta, Claudia necesitará un equipo legal de primera para avanzar su agenda y atender los amparos y demandas que heredará de Obrador.

Sin embargo, Claudia observa una fuerte dificultad para encontrarlo porque, en este ambiente polarizado, muchos de los mejores abogados de México ya han tomado partido y no es con ella. El gremio está enojado con el Obradorismo. Es aquí donde entra Zaldívar.

La jugada de Zaldívar consiste en ofrecerle a Claudia ser su abogado de cabecera y con ello convertirse, de facto y en sigilo, en uno de los hombres más poderosos de México. En este escenario Zaldívar sería de manera informal la mano que redacte, diseñe y negocie las estrategias legales de la presidencia de Claudia.

Esta es una posición extremadamente poderosa pues todo abogado sabe que, con frecuencia, un cambio menor en un fraseo, palabra o hasta una coma de una ley, pueden transformar por completo su alcance e interpretación. Recovecos técnicos pueden convertirse en regalos o castigos millonarios para sectores económicos completos.

El poder del consejero legal informal, en una presidencia litigiosa y reformista como será la de Claudia, se vuelve inimaginable. Lo que estamos observando es una jugada a los más altos niveles del poder. El poder real. No el que se lleva los reflectores, el que ejecuta.

Zaldívar sabe que la jugada lo pone en las grandes ligas. Por eso no le ha importado renunciar a la Corte, incluso, con altos costos para él. Ha demeritado su prestigio jurídico al solicitar una renuncia a todas luces anticonstitucional, lo hace sin poder acceder a un cargo formal porque la ley lo impide, y probablemente pierda su pensión vitalicia como ministro.


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Viri Ríos
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  • Política pública con datos. Autora de @NoEsNormalLibro. Podcast #PoliticaYOtrosDatos. Enseño en @HarvardSummer. Harvard Ph.D. / Escribe todos los lunes su columna No es normal
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