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"Mindfulness" y el interés público

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  • "Mindfulness" y el interés público
  • Víctor Reynoso

Una búsqueda de la palabra mindfulness en Google da cerca de 121 millones de resultados. La palabrita, y la realidad detrás de ella, vive entre dos extremos. Por un lado, es moda. Por otro, es ignorada por la mayoría de la gente. Entre esos dos extremos hay cosas interesantes. 

Cosas que tienen que ver con el interés público. Vale la pena citar la frase de Walter Lippmann: “Se puede presumir que el interés público es aquel que los hombres escogerían si vieran claramente, pensaran racionalmente y actuaran desinteresadamente.” Ver, pensar, actuar. Probablemente la mayoría de las personas cree que ve claramente y piensa racionalmente. ¿Es posible hacer lo contrario, sin caer en la locura? Las diversas tradiciones que han confluido en la amplia corriente del llamado mindfulness o atención plena creen que sí. Que la mayoría de las personas no vemos claramente ni pensamos racionalmente. 

Que vivimos equivocándonos. Y morimos sin darnos cuenta. Por ello propone un método para mejorar nuestra forma de ver y de pensar. En inglés se dice en una palabra, en español en dos: atención plena. 

Tradición nueva, tradición vieja 

¿Qué tradiciones han dado lugar a esta corriente? Están las técnicas que el médico de Jon Kabat-Zinn, doctor en biología molecular y profesor emérito de medicina, ha puesto en práctica desde los años setenta para la reducción del estrés, primero en hospitales y luego en otras instituciones. Algunas versiones de la psicología conductual-cognitiva. También la teoría de la inteligencia emocional, difundida por Daniel Goleman en su célebre libro. Neurofisiólogos como Richard Davison, interesados en los efectos que sobre el cerebro humano tienen distintas emociones y prácticas. 

La lista puede alargarse. Muchas de las personas e instituciones que forman parte de esta nueva tradición se encontraron con tradiciones antiguas, con prácticas espirituales orientales, destacadamente el budismo. En particular han tenido una relación estrecha con el Dalai Lama. 

Un encuentro improbable, pero real: entre la ciencia occidental y ciertas formas de la espiritualidad oriental. Viéndolo con cuidado, no era tan improbable. A esa espiritualidad oriental le interesa “ver las cosas como son”, tener una concepción realista del mundo y del lugar en él de la vida humana. En eso coincide con la ciencia. 

Distopía 

Las dificultades humanas para ver claramente, pensar racionalmente y actuar desinteresadamente han dado lugar a Distopías, a fantasías de sociedades con valores contrarios a los humanos. En esta versión, en esas sociedades antiutópicascomputadoras que han adquirido capacidad de razonar y actuar por cuenta propia cuestionan el actuar de los humanos. 

Ante la destrucción del medio ambiente, las desigualdades extremas, los asesinatos, las discriminaciones, esas computadoras concluyen que hay que poner fin a esa irracionalidad. Marginan, encapsulan o desaparecen a los humanos. 

Una frase de la película Matrix, que cito de memoria. Le dice la Matrix a un humano: “creíamos que ustedes eran mamíferos, pero no. Los mamíferos se adaptan al medio ambiente en el que están y conviven con él, respetando las otras formas de vida. Ustedes destruyen su medio ambiente: como virus, no como mamíferos. Ustedes son virus.” 

Y esas máquinas computadoras que sí son capaces de ver claramente, etcétera, dan lugar a esa sociedad distópica sin humanos.

El método 

Las prácticas para cultivar la atención plena son diversas. Pero todas tienen que ver con distintas formas de meditación. Meditar no es aquí “poner la mente en blanco”, ni consumir sustancias alucinógenas para ver otras realidades. Es atender a lo que está pasando por la mente. A la relación entre ideas y emociones. Entre experiencias y nuestra reacción emocional ante las mismas. 

Este cultivo de la atención puede darse en lugares apartados y silenciosos. Pero también en la vida cotidiana. Individualmente o en grupo. Hay ya una experiencia institucionalizada en la metodología que desde los años setenta implementó Kabat-Zinn en hospitales. Se ha extendido a la educación en todos sus niveles, desde prescolar hasta universitario. Vaya, hasta se ha implementado en parlamentos, como el del Reino Unido. Es la base de la educación socioemocional, que crece en diversos países, con lentitud debido a sus dificultades, pero también con constancia. 

Se vincula con otra “nueva tradición”, surgida a fines del siglo XX: el bienestar subjetivo o la felicidad como tema de políticas públicas. Un vínculo que puede verse en una extraña experiencia histórica, la de Bután, que se negó a calcular el producto interno bruto y creó otro índice: la felicidad interna bruta. Tímidamente, otros países han tratado de imitar el ejemplo de Bután, si bien no con un índice que resuma el desarrollo del país en función de la felicidad o bienestar subjetivo, sí con algunos indicadores relativos a estas cuestiones. Cuando Walter Lippmann (1889-1974) redactó su célebre frase sobre el interés público, probablemente no se imaginaba nada de esto. No pensaba que pudiera haber una metodología para “ver claramente, pensar racionalmente y actuar desinteresadamente”. Ya la hay. 

Hay evidencia comprobada de que ciertas prácticas de atención plena transforman el cerebro humano. Que establecen conexiones neuronales que nos acercan al ideal de Lippmann.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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