“Esquizofrénico es aquel que construye castillos en el aire, y habita en ellos”, dice una frase célebre y certera.
Es un tema humano: sustituir la realidad con nuestra imaginación. Todos lo hemos hecho, en grados distintos. En política es un tema clásico. Se publicó en estos días que uno de los precandidatos de Morena, hoy en campaña, estaba “secuestrado” por sus dos colaboradores más cercanos. Habían logrado que el precandidato solo viera y escuchara lo que ellos querían que viera y escuchara, al menos en los temas relevantes. Lo habían logrado meter en un castillo en el aire.
No es un caso aislado. Es un riesgo de toda autocracia. Me ha tocado verlo incluso en universidades, en las que el rector vive en el castillo aéreo construido por sus cercanos y con su beneplácito. Una historia que invariablemente acaba mal.
Uno escucha nuestros políticos y a veces se sorprende. ¿Realmente dijo lo que dijo? ¿Realmente cree en lo que dijo? ¿O simplemente quiere mantener su base electoral, diciéndole lo que quiere oír? ¿O bien, ya construyó su castillo en el aire, y habita en él?
Este riesgo, tan costoso para la sociedad, y para el político que cae en él, se puede evitar. Con una opinión pública dinámica, seria, basada en datos. Y con datos confiables, producidos por instituciones confiables.
El país avanzó bastante en este punto. Los resultados electorales, por ejemplo, eran secreto de estado hasta los años ochenta. Era prácticamente imposible para el ciudadano normal conseguirlos, no se diga ya por casilla, sino por municipio. Y cuando se conseguían, se entendía por qué la dificultad: eran inverosímiles: el partido en el poder obtenía porcentajes superiores al 100% en algunos casos. Hoy el INE tiene una base de datos completísima y accesible a cualquiera.
Las mayores corrupciones formalmente detectadas, la Estafa Maestra y el caso Segalmex, se descubrieron no porque las escaleras se barrieran de arriba hacia abajo. No porque los directores responsables detectaran el fraude. Se detectaron porque los datos fueron accesibles a personas ajenas a la institución, ajenas al gobierno incluso.
Estos baños de realidad a partir de datos confiables pueden ser molestos para algunos políticos. Pero cuidan su salud, la de sus gobiernos, la de la sociedad. Evitan que construyan castillos en el aire, y que habiten en ellos.