La semana pasada se habló de golpismo en el Senado de la República. El término es serio: recuerda las brutales violaciones a los derechos humanos en el Cono Sur en los años setenta y ochenta. Tan serio, que esperamos que su uso se deba solo a la retórica parlamentaria, y no a un riesgo real.
Pero conviene revisar las características de un golpe de Estado y las condiciones que lo hacen posible.
Lo esencial es que el ejército se apodere de las instituciones públicas. Los poderes judicial y legislativo desaparecen o se subordinan a los militares. La división de poderes, que protege al pueblo de los abusos de los políticos, deja de existir.
Una condición para que el ejército tome las instituciones estatales es la polarización. Cuando buena parte de la sociedad se sitúa, ideológica y políticamente, en polos irreconciliables, cuando las diferencias se simplifican y se vuelven maniqueas (hay buenos y malos, y no simplemente visiones distintas de la política) la posibilidad de anular la vida institucional se hace más probable.
Los problemas y sufrimientos que esto genera para la sociedad son enormes. Aunque el caso de Venezuela tiene notables diferencias respecto a los mencionados del Cono Sur, hay similitudes: la anulación de la división de poderes y el lugar central del ejército. Los millones de venezolanos que se han visto obligados a dejar su país son una clara señal de estos riesgos.
Hoy el ejército mexicano tiene un protagonismo que no tenía en décadas. Hoy prevalece, desde el grupo en el poder, una retórica contra los poderes autónomos. Hoy hay una narrativa de polarización: quienes no están con el grupo en el poder son acusados de corruptos, de minoría rapaz, de cómplices del neoliberalismo.
¿Quiénes creen en esa retórica y esa narrativa? La pregunta es para la ciudadanía, pero también para el grupo en el poder. Muy probablemente será tema de campaña en la próxima elección presidencial. Habrá que ver si es el tema central.
Sobre el consenso que tiene dentro del grupo en el poder la cuestión no es clara. Creo que no todos pueden estar de acuerdo. Los vaivenes del senador Monreal, a favor y en contra de la retórica, así lo expresan. Vaivenes que esta semana llegaron a extremos.
Ya tendremos las respuestas.