Hay tres textos excelentes que hablan de la muerte de las democracias: Así termina la democracia de David Runciman, Cómo mueren las democracias de Steven Levistsky y El manual del dictador de Bruce Bueno de Mesquita. Los cuales coinciden en señalar que uno de los primeros síntomas de debilitamiento de las democracias se dá cuando el poder ejecutivo mina la independencia del poder legislativo y judicial, así como de los órganos autónomos.
Si bien no se puede decir que Andrés Manuel López Obrador busca atentar contra la democracia, si se trata de un rasgo preocupante que su visión sea la de la centralización del poder en el ejecutivo y que haya buscado reducir la independencia de los contrapesos, porque habla de una posición autoritaria, que le molesta la pluralidad.
Estos tres autores señalan que en los procesos en donde se mina a los otros poderes, es muy común que el Presidente o Primer Ministro que lo lleva a cabo, argumenta que lo hace en beneficio del pueblo, señala los excesos de los otros poderes, que tienen alto costo o incluso se atreven a decir que las reformas lo que buscan es empoderar al pueblo, cuando la realidad es la contraria.
En su gestión, AMLO ha buscado y muchas veces logrado, debilitar al INE, al IFAI, al Congreso de la Unión, al Banco de México, al CONEVAL, al INEGI, a la UNAM, al CIDE, al IPN, a las universidades autónomas, a la COFEMER, la COFETEL, la COFECE, a la CNDH y ahora su objetivo es sabotear al Poder Judicial a través de la reducción del presupuesto.
Sin embargo, a pesar de que sin duda ha habido casos de corrupción en alguno de estos poderes u órganos autónomos y de que se pueden tener costos elevados, en realidad sale más caro no contar con los mismos, porque si son débiles no tendrán la capacidad de frenar los excesos del poder ejecutivo, como busca AMLO, de forma que es por nuestro propio interés como mexicanos, defender al INE, al IFAI, al poder judicial, a las universidades y a los demás órganos.
