La semana pasada estuve en una cena con antiguos compañeros de la universidad, entre ellos estaban Gerardo y Mariana quienes llevan 5 años de matrimonio. En la mesa se hacían continuas bromas sobre la relación que mantuvo Mariana con quien era considerado el más atractivo de la clase, y no precisamente refiriéndose a su actual marido.
Mientras que Mariana participaba en las bromas, Gerardo se sintió muy molesto porque no sabia sobre la existencia de esa relación. Momentos después, él le reprochó a Mariana su comportamiento. Ella intentó restarle importancia al tema, pero a partir de ese momento Gerardo comenzó a revisar todas las fotos de ella en su Facebook, especialmente las relacionadas con la época de estudiante. Él le pedía explicaciones sobre las personas de las fotos de forma insistente hasta que la situación se volvió incómoda. El se levantó de la silla y con puñetazo en la mesa se retiró del lugar.
Tras semejante escena vino a mi mente la trillada frase “lo que no fue en tu año no fue en tu daño”, lo cual parece que en este caso no aplicó. Pero más allá de ello, fue muy revelador que el problema de Gerardo, quien se graduó con mención honorífica, es no sentirse suficiente, único, ni el más guapo.
Es cierto que a la mayoría nos gusta sentirnos únicos y exclusivos y no aceptamos ser excluidos ni que nos hagan sentir menos; incluso llama mi atención la cantidad de cosas que hacemos para encajar en la sociedad y ser aceptados ante la pareja.
La publicidad y los medios de comunicación actuales hacen énfasis en la apariencia estética, quizá como una forma de tomar el control sobre el propio cuerpo, de optimizar las cualidades y reducir las debilidades que nosotros mismos percibimos de nuestro cuerpo o de nuestra personalidad.
Peligrosamente las personas dedicamos demasiado tiempo a satisfacer o complacer a los demás y sus expectativas en lugar de atender aquello que somos y nos interesa, lo cual puede contribuir a aumentar el sentimiento de exclusión e insuficiencia.
Peligrosamente el destinatario de la satisfacción está dejando de ser personificado y se busca en vez complacer otras ópticas.
¿Si tu pareja fuera más atractivo e inteligente de lo que es y tuviera más dinero del que tiene, elegiría estar contigo?
Si ante dicha pregunta una parte de ti se cuestiona, quizá te sientes insuficiente y probablemente en algún lugar de la relación hay conformismo.
Tarde o temprano las parejas llegan al punto donde se cuestionan sobre la suficiencia y exclusividad que hay del uno para el otro, pero es justo ahí un buen lugar para medir y replantear nuestra auto aceptación.
Centímetros más, centímetros menos, llevar un bolso de marca, conducir un auto lujoso, altos cargos profesionales, esmerarnos en competir con anatomías ajenas, etc. ¿Cuánta evasión hay detrás? ¿Qué es en realidad lo que andamos buscando? ¿No estamos contentas con nosotras mismas?
Las buenas intenciones tienen poco que hacer frente al monstruo de la inseguridad, insuficiencia y baja autoestima. Con el paso del tiempo y el peso de la anatomía los ideales estéticos se desbordarán. ¿Entonces qué queda? Quizá una nueva mirada para un viejo problema podría ser la aceptación que viene de la mano de estos tres pilares: auto perdón, reconocimiento personal y darnos permiso de ser imperfectos.
¿Me acompañan a ir más profundo?
Verónica Sánchez
@VeroSanchez_TV