Política

La vida por tu idealismo

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  • La vida por tu idealismo
  • Verónica Mastretta

Cuando miramos nuestra vida en retrospectiva, cuántas de las cosas que hicimos nos parecerán que valieron la pena y cuántas hubiéramos querido hacer de otro modo. ¿En qué momentos claves pensamos que debimos tomar un camino distinto? Quien diga que no tiene nada de qué arrepentirse creo que no está siendo sincero consigo mismo. Jodorowsky dice que hay que atreverse a ser audaces, a vivir siguiendo los impulsos del corazón y que si te equivocas tendrás al menos la experiencia. Tendrás la experiencia si no se te fue la vida en ello.

Cuando oigo al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, defendiendo su gobierno y su gestión corrupta apoyado en los discursos de voz falsa y cursi de su abusiva señora y vicepresidenta, que habla del amor al prójimo para defender su dictadura, mientras no ha dudado en echar los tanques y los paramilitares a universitarios parecidos a los muchachos que lucharon hace 40 años a su lado para derrocar a Somoza, no puedo dejar recordar la historia de Araceli Pérez Darías, la mexicana hija de españoles, partícipe activa del movimiento que derrocó a Somoza y quien fuera asesinada en el año 1979 en Nicaragua.

Se ha vuelto a reeditar el libro de Emma Yanes sobre la vida de Araceli, es un recuento que le llevó 20 años construir, se llama “Araceli, la libertad de vivir. Nicaragua, 1976-1979”. Me interesó su lectura porque encontré ahí las ilusiones que casi todo joven siente para cambiar o mejorar el mundo, cada quien de la manera en que cree que puede ser útil. Me impresionó la fuerte ruptura de Araceli con su ultra conservador padre, un español franquista que migró a México con sus hijos, entre ellos Araceli, a la que no perdonó en vida por irse a luchar a Nicaragua.

Emma conoció a Araceli cuando se volvieron vecinas en unos departamentos en México a los que llegó a vivir con su familia. Emma tenía 15 años y Araceli iba a cumplir 30. Araceli había estudiado en la universidad jesuita de la Ciudad de México, ya había roto con su familia y era una próspera psicóloga que vivía sola y llevaba un tiempo apoyando a los asilados nicaraguenses, alumnos de colegios jesuitas de Nicaragua, que desde México preparaban el derribo de la dictadura de Somoza.

La casi niña de 15 años, Emma, la futura e inquieta investigadora e historiadora, veía desde su departamento las entradas y salidas de jóvenes al departamento de Araceli e intuía que algo especial se cocinaba ahí.

Araceli y Emma trabaron una amistad peculiar aunque las separaba la diferencia de edades. Emma andaba de novia con alguien y Araceli le dijo: “No platiques en la calle, vente a platicar a mi casa, puedes estar tranquila y al mismo tiempo segura”- un lindo gesto.

Un día de 1977 , Araceli desapareció junto con sus amigos. El departamento quedó vacío, pero no la memoria de Emma. Quizá por ella o por amigos supo de su muerte violenta, pero no mucho más. Diez años después, en 1987, pasó por enfrente de su antiguo edificio y se bajó a mirar. Ahí, recordando lo que había visto, tomó la decisión de investigar a fondo la historia de su amiga perdida, lo hizo sin prisa y tardó 20 años en juntar textos, cartas y entrevistas. Así sabría que cuando dejó de ver a Araceli en 1977 fue porque ya había tomado la decisión de irse a Nicaragua a luchar contra Somoza. Supo que desde 1975 se había unido al Comité Mexicano de Solidaridad con Nicaragua. Que su departamento había sido una especie de casa de seguridad donde se reunían y hospedaban importantes cuadros del Frente Sandinista de Liberación Nacional, como Germán Pomares y Fernando Cardenal, sacerdote jesuita. Araceli se adentró en Nicaragua en 1977 y solo regresaría a México una vez, en 1978 para despedirse de sus más cercanos. En 1979 ya era parte del estado mayor del Frente Sandinista.

Dos meses antes de la caída de la dictadura, el 16 de Abril de 1979, en León, Nicaragua, la casa de seguridad en la que se encontraban Araceli y siete compañeros más, fue rodeada por 80 militares de la guardia nacional. A los hombres los ejecutaron de inmediato, las mujeres, Idania y Araceli, fueron llevadas al Fortin de Acosasco donde fueron violadas, torturadas y asesinadas. Dos meses después, el 7 de Julio de 1979, cayó Somoza.

Ignoro si Araceli conocería personalmente a Daniel Ortega. Ignoro si logró adivinar en él lo que vieron algunos de sus compañeros de entonces, a un hombre de mente torcida y manipuladora. Las guerras son caldos de cultivo para que florezca lo malo y lo peor ¿Alguno de aquellos muchachos vislumbraría en Daniel Ortega al hombre ambicioso que ha probado ser, al futuro violador de su hijastra de 12 años, Zoila Narváez, hoy asilada en Costa Rica, hija de su actual esposa Rosario Murillo, con la que comparte el poder sobre Nicaragua y a quien hizo vicepresidenta?.

Araceli escribiría a su hermano en una carta: “¿Qué es lo que se arriesga en la lucha? Morir. Pero si no estás, te quedas con una vida insatisfecha. ¿Qué es lo que se puede ganar? Todo. Recuperar el mundo y saberse dueño de uno mismo, dejar de sentir la vida como algo extraño, como algo que nos angustia porque no sabemos qué hacer con ella”.

¿Valió la pena la muerte de Araceli? Más de 40 años después hay jóvenes que detestan el abuso de poder de Daniel Ortega en Nicaragua. ¿Por qué las personas de poder se creen imprescindibles? De derecha o de izquierda. Los extremos son encandiladores y la gradualidad y la paciencia no suelen ser atractivos para quienes anhelan.

Decía un escritor que los pueblos y las familias felices no tienen historia. Quizá a la felicidad y a la justicia se accede por el camino de la aparentemente aburrida gradualidad.

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