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Chavela Vargas, la artista hija del desamor

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  • Chavela Vargas, la artista hija del desamor
  • Verónica Mastretta

Las directoras, Catherine Gund y Daresha Kyi, presentaron este fin de semana un documental sobre Chavela Vargas que, al parecer, tendrá un gran éxito. Hace seis años, leí su autobiografía y los textos y entrevistas que encontré sobre ella cuando murió, el 5 de agosto de 2012. Me había encantado oírla cantar con Joaquín Sabina Noche de boda, Somos en una película de Almodovar Tú me acostumbraste en la película Babel de González Iñárritu y La Llorona en Frida. Leer sobre ella me hizo verla y oírla con nuevos ojos.

El mundo raro de Chavela Vargas tuvo su origen en una infancia sin amor ni amparo, el tipo de infancia cuyo destino a veces desemboca en el mundo de los adictos. Pero hay los adictos evidentes y notorios, los duros, los que viven la vida a tragos, como los alcohólicos, como lo que le tocó ser a Chavela Vargas, una de las voces más estremecedoras del siglo XX, junto con “Bola de Nieve” y Edith Piaf, según Almodóvar, quien vio en ella algo excepcional. Y tuvo razones para ello, pues como todo artista, sabe que el arte es solo un vehículo que manifiesta los recovecos obscuros, profundos y luminosos del alma. Chavela Vargas descendió a los infiernos más profundos del alcohol y salió viva de ellos a los setenta años para retomar su carrera y triunfar en escenarios tan complejos y difíciles como el Olympia de París, el Carniege Hall, los mejores foros de España, Colombia, Argentina, y el Auditorio Nacional en la Ciudad de México.

Chavela nació en Costa Rica el 17 de abril de l919, pero su país adoptivo fue México. Chavela fue una niña rara,-” Un niño atrapado en el cuerpo de una niña. “Por eso sus padres no la quisieron nunca. De hecho en su infancia no la quiso nadie. Cuando su madre abandonó a su familia por otro hombre, el padre de Chavela se quedó con sus dos hijos varones y a ella la fue a dejar con la familia de un hermano que tenía muchos hijos y un ranchito de árboles frutales. Ahí Chavela se ganó el sustento bajando fruta de los árboles.

Cuando tuvo doce años huyó del rancho para ir a buscar a su mamá. La encontró en una ciudad de Costa Rica, y cuando su madre la vio llegar, le cayó en los ojos el espanto. No le hizo ningún caso. Ante tamaño rechazo se volvió rebelde e inconforme. No había para ella un lugar en el mundo. A los quince años decidió abandonar al país que no le había dado amor. Se vino para México y sobrevivió como pudo. Se metió en el mundo bohemio de la ciudad de México, y empezó a hacerse amiga de borrachos, pero también de grandes personajes como: Diego Rivera y Frida Khalo, Agustín Lara, Tito Guízar, Pellicer. A Frida la seguía como un perrito sin dueño.

Se tardó casi veinte años en empezar a cantar profesionalmente, contratada en escenarios serios, en bares de la zona Rosa, o en un hotel de la Quebrada de Acapulco. Se volvió famosa. Elizabeth Taylor y Mike Todd decidieron casarse en Acapulco y Chavela amenizó la fiesta. En esa boda todos acabaron borrachos. Ya para entonces había adoptado su pantalón de manta y siempre con unas copas de tequila encima. Le costó hacerse respetar en el escenario, le gritaban de todo, pero luego, el embrujo de su estilo y su voz dominaban al público. Así, cantando en la Zona Rosa, la conoció Paloma, la Paloma Querida de todas las canciones de José Alfredo Jiménez, que lo llevó a verla cantar- “Hay- le dijo a José Alfredo- una señora que canta como nadie la música ranchera”. Así se conocieron. Lo de Chavela y José Alfredo fue amistad y perdición se tomaron toda la cosecha de tequila de un año juntos. A José Alfredo el físico no le aguantó. A los 48 años sabía que estaba ya afuera del mundo.

Chavela no se repuso de esa pérdida y se fue hundiendo cada día más en el alcohol. Le dejaron de dar trabajo, porque llegaba en perfecto estado de ebriedad. -”Así no, Chavela, así no, compóngase usted...” - le decían los empresarios. Y comenzaron a olvidarla. -” Me desaparecí de los escenarios y de todos lados”, contó ella. Se retiró a Ahuatepec, a donde cuidó de ella una señora con sus hijos pequeños que se volvieron su familia. En México la dieron por muerta. Tomó de todo y con todos. Pensó en el suicidio o en que se la llevara el demonio. Ella dice que le vio la cara al diablo y que el diablo le tuvo miedo. Pasaron 20 años, y un día, después de una parranda, le dijo a Martha, la empleada de su casa. -”Dame una copa, que será la última de mi vida”. Y ella pensó: “la señora no deja de tomar ni a palos.” Pero sí, solita tocó fondo. El presidente municipal de Ahuatepec anunció el hecho oficialmente:- “Señores y Señoras, ha sucedido algo terrible: Chavela Vargas ya no bebe”.

El adicto es preso de los otros. De ahí para adelante, Chavela no sería presa ni de nadie, ni de sí misma. “Volví del infierno porque me dio la gana”.- dijo ella. En 1991, ya sin beber una copa, Chavela se apareció en El Hábito, el bar de Jesusa y Liliana Felipe en Coyoacán. Escenario atrevido, audaz, agudo, el escenario ideal para que Chavela reiniciara su vida artística. Tenía 72 años y nunca se había subido a un escenario sobria. Lo pudo hacer. Si existen los milagros, este es uno. Una cantante que vuelve de una ausencia de 20 años y triunfa. “Mi destino todavía estaba en mis manos”,- dice ella. Volvió para cantar en España, y ahí Almodóvar la conoció y se hicieron amigos de verdad; la invitó a cantar en varias de sus películas, donde él supo siempre darle el espacio preciso y perfecto dentro de la trama. Fue el presentador oficial de ella en todos sus conciertos: en el Olympia de París, en el Carnegie Hall, en los escenarios más importantes de España y en el Auditoria Nacional de la ciudad de México. Se hizo amiga y cantó con otro artista tremendo, adicto y redimido, Joaquín Sabina. Grabó discos con artistas que estaban en la cumbre, 30, 40 o 50 años menores que ella. Y vivió y se embriagó de vida. Hay vida después del alcohol. Hay vida después de la muerte lenta y el suplicio de una adicción. Hay vida. Y Cantó Chavela las canciones de José Alfredo, gritos del más allá. Y a ella le cantó Sabina:

“Se escapó de la cárcel de amor, de un delirio de alcohol, de mil noches en vela. Se dejó el corazón en Madrid, quien supiera reír, como llora Chavela.”

Chavela, una quimera doliente y querida. ¿Nada más eso somos Chavela? ¿O puede redimirnos el amor en cualquiera de sus variantes?

Chavela Vargas, Costa Rica, 17 de Abril de 1919. Cuernavaca, México, 5 de Agosto de 2012.

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