En estas semanas han llamado la atención las noticias sobre las mutilaciones a manifestantes chilenos. Éstas han generado –entre muchas otras reacciones– horror, enojo e indignación. Visibilizan, además, la crueldad de una práctica que se encuentra en la génesis del capitalismo. Según Karl Marx, cortar una oreja fue el castigo impuesto a quienes se negaban a incorporarse al trabajo fabril. En Estados Unidos, Cartwright recetaba como cura a la “drapetomanía” –síndrome de los esclavos que consistía en huir de la plantación y el trabajo– cortar los dedos hallux (dedo gordo) de los pies. La mutilación fue el castigo físicoutilizado para desarrollar la disciplina laboral. No obstante, la situación no era distinta para quienes accedían a trabajar en la industria. Federico Engels describe el panorama de aquella época, en la que se podía ver “un gran número de mutilados; uno ha perdido todo el brazo o el antebrazo, otro un pie, aun otro la mitad de la pierna”.
En una sociedad necrótica como la nuestra, las mutilaciones contemporáneas son producto de las guerras –ya contra el narco, ya contra opositores políticos–, la migración, accidentes automovilísticos, así como enfermedades crónico-degenerativas. Las mutilaciones, contrario a nuestros deseos, no se restringen a grupos del narcotráfico. Como resultado de un sistema económico y decisiones políticas que privilegian la ganancia por encima de la integridad humana, se extienden a nuestra vida cotidiana. La historia reciente de la discapacidad está signada por las mutilaciones. Por lo tanto, es producto de la violencia intrínseca al capitalismo. Historia que oculta y disfraza las políticas de crueldad que subyacen a la imposición del statu quo. En Mesopotamia, la codicia era castigada con la mutilación de los ojos. A raíz de los sucesos en Chile, cabe preguntarse: ¿en el neoliberalismo ambicionar una sociedad justa merece castigo? Concluiré con una observación realizada por Engels: es necesario que “se formulen las más serias objeciones a un estado de cosas que permite tantas mutilaciones y lesiones”.
BRENDA ARACELI BUSTOS GARCÍA
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