De acuerdo a los datos registrados por INEGI, Coahuila vuelve a encabezar el nada honroso ranking nacional de embarazos registrados a temprana edad, ya que de los últimos 57,190 nacimientos en el Estado, un total de 11,548 fueron de mujeres que tenían entre 10 y 19 años, por lo que el 20.2% de los partos fueron de madres adolescentes.
Al profundizar en la información, se encuentra que 7 de cada10 madres adolescentes cuentan con educación básica, por lo que la gran mayoría de ellas truncaron su formación académica para dedicarse de lleno al cuidado de los niños.
Otro dato que resalta es que 6 de cada 10 viven en unión libre con la pareja con la que procrearon al menor, por lo que viven sin una certeza jurídica que garantice el matrimonio y responsabilice al padre del mismo.
9 de cada 10 no cuentan con un trabajo, y al interrumpir sus estudios, no contarán con la preparación suficiente para conseguir un trabajo en donde puedan acceder a buenos salarios con los cuales puedan dar una vida digna a sus hijos.
Tras cada cifra, existe la historia de miles de niñas que año con año se ven arrastradas a vivir las duras consecuencias que trae consigo el embarazo adolescente, como lo son la pobreza y la incertidumbre de no saber qué pasará mañana.
Es urgente que nuestro sistema educativo impulse políticas públicas de prevención más eficientes, no basta con hablarles a los niños y jóvenes sobre los métodos anticonceptivos, no basta con colocar maquinas expendedoras de condones en las escuelas, tenemos que formar a las nuevas generaciones en los temas de sexualidad, de tal manera que puedan entender y comprender las consecuencias emocionales, económicas y sociales que trae consigo un embarazo a temprana edad.
Y más importante aún, es necesario que los padres de familia tomen cartas en el asunto, más allá de los tabús impuestos por la sociedad o de dogmas absurdos, es necesario que los papás se sienten con los hijos y platiquen de éste tema, antes de que sea demasiado tarde.
