Como es sabido, el derecho fundamental a la libertad de expresión es uno de los pilares de una sociedad democrática y libre, reconocida en el numeral 6° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
La libertad de expresión implica difundir libremente pensamientos, ideas y opiniones; es decir, se puede manifestar toda concepción subjetiva de la persona dándola a conocer a través de cualquier medio; aunque no protege expresiones de cualquier tipo, sólo única y exclusivamente la emisión de juicios personales y subjetivos.
En concreto, este derecho fundamental ampara la crítica sana de la conducta de un individuo, sin embargo no permite utilizar manifestaciones injuriosas, si bien todos los ciudadanos gozan de esta garantía sin distinción alguna. Al respecto, cabe resaltar que no existe medio que coarte los pensamientos de una persona.
No obstante, la libertad de expresión se encuentra limitada constitucionalmente cuando representa ataques a la moral, a los derechos de terceros, provoque algún hecho delictuoso, o bien, perturbe el orden público; causas por las que se puede restringir.
También tiene límites en el respeto irrestricto de otros derechos humanos reconocidos por los tratados internacionales en particular, como el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen, incluso el derecho a la vida que se puede poner en riesgo por la divulgación de hechos.
Atento a ello, el derecho a la intimidad debe ser respetado para no conculcar el honor de las personas, exponiéndolas al menosprecio; consecuentemente el derecho al honor actúa como límite a la libertad de expresión cuando se realicen expresiones vejatorias.
Referente a la captación y difusión de la imagen de un sujeto sólo será admisible cuando el titular del derecho lo permita, en los casos de que el uso de los citados datos produzca una pérdida o menosprecio en su consideración, o bien, un daño a su reputación, ya que se puede estar lesionando no sólo el derecho a la propia imagen, sino también el derecho al honor.
