El campo provee de los alimentos que requiere la población para sobrevivir, después de la pandemia del covid-19, la agricultura ha retomado un papel fundamental dentro de la sociedad. Por lo cual es urgente volver la mirada al campo como uno de los pilares del desarrollo.
Hoy en día, también se requieren medidas de integración ambiental, cultural, educativas e institucionales para una mejor funcionalidad ecológica de la producción de alimentos. Ante ello, la agroecología cobra fuerza como un paradigma de orden social, científico, técnico y político, que justifica su filosofía y prácticas comunitarias en la necesidad de crear ambientes territoriales de producción agroalimentaria más resilientes, ecológicos, innovadores, participativos y recursivos de saberes ancestrales que apoyen la seguridad y la soberanía alimentaria de México.
En tal sentido, dada la necesidad de crear y fortalecer las políticas agroecológicas de México, se requiere entre otras cosas continuar en la lucha por fortalecer cuatro pilares de la agroecología:
A) Como movimiento social. Que las comunidades rurales e incluso urbanas continúen en sus esfuerzos de innovación social para la producción de alimentos sanos y nutritivos; fomentar el achicamiento de las cadenas de suministro entre el productor rural y el consumidor, en una concepción de justicia distributiva de los beneficios económicos que se reflejen en un desarrollo territorial equilibrado con mayor riqueza agroecológica y biocultural.
B) Como ciencia. La agroecología posee un alto componente científico que comparte las disciplinas de las ciencias naturales con las ciencias sociales, así como otros saberes no científicos, por lo tanto, es una ciencia transdisciplinaria que requiere fortalecer sus bases epistemológicas en la generación, validación y aplicación de su conocimiento, a fin de mostrar mayor eficacia y comprensión de sus procesos ante los actores rurales, institucionales y agentes de mercado ante los cuales debe probar su pertinencia y resultados en términos del impacto en la salud y nutrición, así como en la productividad, a través de la generación de nuevos insumos agroecológicos que logren desplazar a los agroquímicos convencionales.
c) Como técnica. Se requieren esfuerzos más radicales en la transferencia y extensión de técnicas agroecológicas, en la recuperación de saberes perdidos entre el campesinado, así como un mayor involucramiento de empresas, universidades y sociedad civil organizada en proveer de servicios sociales de extensión agroecológica más comprometidos con los territorios rurales y sus dinámicas tanto productivas como ecológicas
d) Como política. La agroecología como objeto de las políticas públicas implica la institucionalización y transversalización de la sustentabilidad en todas las acciones del gobierno, entre ello se debe posicionar a la agroecología en las dependencias de los gobiernos municipales, estatales y en el gobierno nacional, a fin de armonizar sus acciones en favor de un campo más comprometido con la salud humana, la seguridad y la soberanía alimentaria. Se requieren pues, más programas públicos dirigidos desde la óptica agroecológica, que sean robustecidos por una nueva legislación rural, y un aparato judicial sensible a los temas ambientales y ecológicos del campo.Se necesita una nueva gestión del conocimiento mucho más inclusiva, integral y de mayor horizontalidad, en conclusión: volver al campo como prioridad de desarrollo.
Francisco Herrera Tapia