Desde tiempos prehispánicos, en México se ha utilizado la corteza del cuachalalate (Amphipterygium adstringens), un árbol que no se encuentra en ninguna otra región del mundo. De sabor astringente, se emplea principalmente para tratar malestares digestivos, heridas internas y lesiones cutáneas.
Sus propiedades se han preservado dentro de las comunidades locales, y actualmente es una de las plantas medicinales endémicas más comercializadas en mercados y tiendas de productos herbales. No obstante, sus poblaciones han comenzado a desaparecer, especialmente en la zona central del país, donde se distribuye esta especie. La destrucción de su hábitat, la falta de regulación y las malas prácticas de descortezamiento están acelerando su extinción.
Hasta ahora, la única fuente para obtener la corteza proviene de poblaciones silvestres, donde se estima que el proceso de extracción provoca la muerte de más de la mitad de los árboles. Aunque existen algunas propuestas de manejo sostenible, estas se centran en el descortezamiento del tallo. Sin embargo, la corteza regenerada pierde calidad, lo que dificulta tanto el desarrollo de plantaciones como el garantizar un suministro sostenible a largo plazo.
Ante este panorama, nuestro grupo de investigación reportó la presencia de metabolitos y bioactividad en la corteza de las ramas, lo que abre nuevas oportunidades para diseñar estrategias sostenibles. Entre ellas, destaca la posibilidad de implementar prácticas de poda en plantaciones para obtener corteza de las ramas, así como desarrollar productos de valor agregado que beneficien a las comunidades locales donde se encuentra este recurso.
La cadena de comercialización del cuachalalate también enfrenta desafíos éticos y económicos. En los últimos años, la corteza se ha comenzado a ofrecer en plataformas digitales sin regulación, a precios bajos y sin garantía de trazabilidad, valor agregado ni control de calidad. Esta situación pone en riesgo la salud de los consumidores y afecta a los recolectores y médicos tradicionales, quienes ven desaparecer este valioso recurso sin recibir una retribución justa por su trabajo y conocimiento.
Los primeros estudios científicos sobre sus propiedades bioactivas se realizaron en los años sesenta por investigadores extranjeros. Sin embargo, en las últimas dos décadas ha crecido el interés de grupos de investigación e instituciones nacionales.
Los hallazgos sobre su actividad antibacteriana y anticancerígena son de gran interés para la industria farmacéutica, ya que se relacionan con dos de las principales amenazas para la salud pública mundial: la resistencia a los antibióticos y el cáncer.
México, al igual que otros países megadiversos con alta riqueza de especies endémicas enfrenta la constante amenaza de la biopiratería. Sin una inversión adecuada en ciencia y un marco legal que proteja el conocimiento tradicional y los recursos naturales, nuestro país corre el riesgo de perder el control sobre su patrimonio biológico. Un ejemplo de esta problemática es el caso de la nochebuena (Euphorbia pulcherrima), una planta originaria de México cuyas variedades han sido desarrolladas y patentadas por extranjeros, lo que obliga a productores nacionales a pagar regalías. En el caso del cuachalalate, aún estamos a tiempo de fortalecer la investigación científica y garantizar su protección legal, para evitar otra mala historia en el futuro cercano.
Israel Castillo Juárez
*Investigador SECIHTI-UAEH Instituto de Ciencias Básicas e Ingeniería. Área Académica de Química. Laboratorio de Microbiología de Alimentos Investigador Nacional Nivel II