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Autosuficiencia y agrobiodiversidad

En México, como en el resto del mundo, el mayor reto que enfrentará la agricultura en los próximos años será asegurar el abasto de alimentos para una población en constante crecimiento. La FAO menciona que para alimentar a una población cercana a los 9,400 millones de habitantes en el 2050, la producción agrícola de países en desarrollo tendrá que aumentar en un 70%.

Esta situación se agrava debido al deterioro de los recursos naturales, contaminación, cambio de uso de suelo y a los efectos del cambio climático. Aunque se considera que la producción actual de alimentos puede satisfacer las necesidades de la población aproximadamente mil millones de personas no pueden acceder a ellos, por lo que viven en situación de hambre y malnutrición. En el contexto actual, de emergencia sanitaria por la pandemia del covid-19, se prevé que la población con hambre incremente. El reto es mantener la base de los recursos naturales y a la vez, producir alimentos saludables y suficientes para la población. Históricamente, en las comunidades indígenas, el acceso y la disponibilidad de los alimentos están ligados a la diversidad y variabilidad de recursos genéticos presentes en los agroecosistemas tradicionales como huertos familiares, milpa y sistemas agroforestales basados en conocimientos empíricos, que a través de las diversas prácticas culturales y de manejo. Dichos agroecosistemas han soportado eventualidades climáticas y, aun así, han sido capaces de producir alimentos, ingresos, bienes y servicios, mediante el uso sustentable de la diversidad de especies. Sin embargo, México importa más del 40% de los alimentos básicos, a pesar de que es centro de origen, domesticación y diversificación de 66 especies vegetales de interés agrícola y alimentario. Asimismo, se cultivan localmente unas 100 especies que contribuyen parcialmente a la autonomía alimentaria.

La agrobiodiversidad es considerada como la base de la alimentación, que determina la diversidad y la riqueza de los sistemas alimentarios, los cuales se han simplificado en el tiempo, debido a factores como: migración, cambio de los hábitos alimentarios, bajos precios de los productos, abandono del campo por falta de relevo generacional y al apoyo diferenciado a regiones agrícolas con alto potencial productivo.

En este sentido, es necesario cambiar radicalmente el sistema actual de producción de alimentos de manera sustentable y desde una perspectiva regional, incluyendo formas de producción como el sistema milpa, el huerto familiar y otros agroecosistemas tradicionales. Una alternativa, es el giro hacia la agroecología como una forma de impulsar la producción de alimentos sanos, que pueden reducir la condición de pobreza, evitando el uso de agroquímicos que contaminan el suelo, agua y que generan daños a la salud. Además, es necesario revalorar la agrobiodiversidad en los agroecosistemas, lo cual, contribuirá a mejorar la dieta alimenticia y disminuir los problemas de malnutrición.

Por lo anterior, una de las principales líneas de incidencia e investigación de la Unidad Hidalgo del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, es el estudio de los sistemas alimentarios y productivos con la finalidad de incrementar la capacidad de autoabasto alimentario a través del manejo de la agrobiodiversidad y así, fortalecer la economía campesina en zonas de alta y muy alta marginación del estado de Hidalgo.

DORIS ARIANNA LEYVA TRINIDAD
Investigadora Cátedras Conacyt
CIAD-CIDEA

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