Cuando mis hijos llegaron a la adolescencia, pensamos que necesitaban más espacio para jugar y poder invitar a sus amigos. Como familia numerosa, pensé que ya no cabíamos y nos cambiamos de casa. Al segundo día, mis hijos regresaron tristes de la calle. Tocaron puerta por puerta, pero no había niños de su edad para jugar.
Veníamos de vivir cinco años en el barrio de Tampiquito, donde aparte de vivir frente a 12 casas vecinas, salíamos a la tienda de la esquina por cualquier antojo o por el tradicional elote a las 18:00.
Vivir en un barrio te da sentido de pertenencia y te regala compañía. Conocer a tus vecinos y convivir con ellos te da seguridad. La mayoría de la generación X, nacidos hasta principios de los ochenta, todavía creció en la calle. Andábamos en patines hasta la tiendita cercana y regresábamos a casa cuando anochecía.
Hoy en colonias tradicionales como en el Centro de Monterrey, o en la Condesa y Roma en CdMx, los nuevos desarrollos se han construido en tamaños tan reducidos que ya no atraen a las familias, sino a ejecutivos, nómadas digitales o a visitantes de estancias cortas. Los precios para quienes han vivido ahí toda su vida se han vuelto impagables.
El tema de la gentrificación ha regresado a la agenda nacional por las marchas violentas que se han dado en CdMx, exigiendo la salida de los gringos, como si ellos fueran los responsables. Expertos apuntan que, en su mayoría, las ciudades se están gentrificando, debido a la falta de políticas de planeación urbana. Generalmente se da esta transformación en barrios donde se requiere inversión en espacios públicos y llegan los desarrolladores a inyectar ingresos que se traducen en viviendas caras, expulsando a los habitantes tradicionales, forzándolos a vivir en la periferia. Con esto se da una pérdida de pertenencia, pues también se van las tienditas de barrio, el sastre y la frutería de toda la vida, para dar entrada a las grandes tiendas.
Es una pena que esas marchas sean con una agenda xenofóbica y no con una exigencia al Gobierno. Saquemos lo más valioso de esto, para volver a hablar de la ciudad y su impacto en la calidad de vida. Defender el desarrollo gradual y a pequeña escala es lo que protege a los barrios y familias de seguir habitando donde tienen sus raíces.