Se ha estudiado mucho sobre el poder, desde los grandes filósofos y hasta hoy. El poder es necesario, es parte de la naturaleza humana y se da en todas las interacciones personales, pero cuando más nos impacta es cuando hay un mal uso de él por parte de líderes políticos. Recordemos cómo en el siglo XX, personajes como Hitler, Stalin, Castro y Chávez llegaron como salvadores y convirtieron sus países en lugares donde el miedo, el control y la violencia en manos de la fuerza pública se volvieron la forma de gobernar.
Generalmente asumimos que poder es fuerza y control sobre los demás, y por definición entendemos que es la habilidad de hacer que las cosas sucedan. Y desde una perspectiva masculina tradicional, poder significa autoridad, control y dominancia. Pero hay otras formas de verlo. En el año 2000, en una de las portadas de la revista Fortune, mencionó lo que significa para las mujeres: “Las mujeres se sienten poderosas cuando están haciendo la diferencia y expandiendo sus propias capacidades”.
Ahora Jacinda Ardern, ex ministra de Nueva Zelanda del 2017 al 2020, nos ofrece una nueva manera de ver el poder en su recién publicada autobiografía A different kind of power. Es una propuesta, aunque lo niegue, casi anti Trump, pues es un rechazo implícito al estilo de liderazgo del hombre poderoso que se ha impuesto en todo el mundo.
Frente a los conflictos internacionales que amenazan la paz, pienso que nos faltan más mujeres en el poder o su visión del mismo. No podemos generalizar, pero sí hay una predominancia hacia líderes hombres autocráticos en el poder. Personajes que se caracterizan por tomar decisiones de manera unilateral, sin consultar a su equipo y menos tomar en cuenta a sus ciudadanos. Como lo acabamos de ver con Trump, que decidió bombardear a Irán sin la aprobación del Congreso.
Jacinda Ardern nos propone un nuevo estilo de liderazgo político, que se basa en la empatía y amabilidad como solución a las crisis mundiales. Reconoce que parece ingenuo, pero la versión tradicional de poder y liderazgo no nos ha funcionado (ni tampoco tantos hombres en el poder). No nos queda más que seguir intentando otras formas, otras maneras de asumir el poder.