Nunca había visto la ceremonia de los Grammy completa, pero ahora con una adolescente en casa, fue la actividad familiar. Intuyo que Taylor Swift es la responsable, así como por la misma razón que vemos los juegos de americano de los Chiefs. Me gustó adentrarme en el evento y más que los americanos se pintan solos para el show biz, pero lo que más me sorprendió fue la dominación femenina en todas las categorías. Siete de ocho nominados al premio más importante fueron mujeres.
Definitivamente hubo dos momentos estelares y uno gris. Arranco con Miley Cyrus, que después de 20 años de carrera gana sus dos primeros Grammy y lo celebró con una espectacular presentación de su premiada canción “Flowers”. No solo contagió su emoción, sino su espontaneidad y sinceridad absoluta al declarar por qué decidió cantar en vivo: “…Para que el 5 de febrero me vea a mí misma cantando en los Grammy... ¿Por qué lo hago? ¡Para mí!”. Con esa seguridad les rindió homenaje a otras cantantes, y asimiló públicamente su éxito.
El otro momento estelar fue el ya esperado premio al Álbum del Año para Taylor Swift, quien hace historia siendo la única persona en ganar cuatro veces ese reconocimiento. Su influencia ha sido tema de conversación en todos los sectores; el económico por la derrama que ha dejado su gira, por su influencia en la política de EU apoyando a los demócratas, por ser la persona del año de la revista Time y por sus 300 millones de seguidores en redes. Más que recibir el premio y confirmar su poderío, lo que sorprendió fue el ponerse de pie ante cada triunfo de los demás.
El momento gris y penoso a mi parecer fue el discurso de Jay Z, quejándose y hablando por su esposa Beyoncé, la artista más premiada en la historia de la música, pero solo sin el reconocimiento al Álbum del Año. No solo la avergonzó frente a todos, sino que lo hizo con su hija en el escenario y poniendo en práctica un muy común prejuicio inconsciente: rivalizar a dos mujeres. Como si el éxito de una es la mala suerte de la otra.
No quiero cerrar, sin antes reflexionar sobre la importancia de la música y el arte. No importa el estatus socioeconómico, nuestros orígenes o gustos, éstas nos unen. En el arte reconocemos que hay talento en todas partes, pero que con apoyo e incentivos salen a relucir, como la premiada Lainey Wilson, proveniente de un pueblo de 200 personas.
Posiblemente el arte no resuelve todo, pero es un piso en común, para conectarnos, en un mundo tan polarizado.