La economía y ecología son más parecidas de lo que creemos. Ambas palabras tienen el mismo origen. La economía viene del concepto griego “administración del hogar”, mientras que la ecología significa “cuidado del hogar”. Y aun así, en los hechos nos indican que más que parecidas tienen una relación tóxica. Venimos arrastrando una crisis ambiental a nivel mundial, que nos llevó el habernos enfocado en las últimas décadas a mejorar la economía de nuestras comunidades, dejando afuera los aspectos sociales y del medio ambiente. O cambia nuestro modelo económico y de progreso, o nos quedamos sin nuestro hogar en común: la Tierra.
Parte de esta relación tóxica, entre lo que entendemos como desarrollo económico y medio ambiente, es el que perdimos la conexión con la tierra. Pocos conocemos lo que implica el elaborar un producto o servicio, y solo consumimos el resultado final. ¿Cuánta agua se requiere para producir ropa? ¿Cuántos metros de absorción de agua lluvia pierdo al construir mi casa? ¿Cuántos árboles talamos por cada nuevo desarrollo? ¿Cuál es la huella verde de las empresas de mi comunidad? ¿Qué tanta luz consumo y lo que implica producirla? Crecimos con la idea que los recursos eran infinitos y que posiblemente se regenerarían solos. Saqueamos y descuidamos nuestro hogar en común.
Dos tercios de los municipios en México están enfrentando seguía y del total de nuestros ríos, 45% está contaminado. Este fin de semana pasado mientras ocurría la marcha Quiero Aire Limpio en la Macroplaza, seis municipios de la Zona Metropolitana reportaron mala calidad del aire. Las cifras no son alentadoras y los efectos en nuestra salud no pueden esperar.
No se trata de parar el desarrollo, sino de tomar en cuenta todos los aspectos y llevar nuestras ciudades a que sean sostenibles; que el balance entre lo social, económico y ecológico tenga un sentido que nos ofrezca a todos calidad de vida.
Volvamos al origen; a cuidar y administrar nuestra casa en común: la ciudad. Para nosotros y las nuevas generaciones con un sentido de emergencia. Que en cada uno de nosotros haya un activista en potencia, cuando se trate de proteger y cuidar nuestra casa.
