El gobierno de López Obrador sufre una profunda anarquía ideológica; confunde el Estado de Bienestar con las leyendas de Robin Hood o su versión mexicana de Chucho el Roto. Las acciones que anunció ayer para enfrentar la crisis económica revelan, como tesis de libro, el desconcierto que padece. El Estado de Bienestar es la ideología que aplicó Europa para compensar las desigualdades sociales por la depresión económica y las guerras. Fue un pacto para evitar que la pobreza hundiera a las naciones; acuerdos práctico que a su vez dieran energía a las economías. El valor principal fue la educación y el trabajo. Se usó al Estado como la vía para hacer llegar estos beneficios que en realidad tenían su origen en la solidaridad general. El estado de Bienestar demandó esfuerzo individual y colectivo pero produjo desarrollo.
López Obrador lo entiende como resarcimiento: el Estado benefactor, es aquel que reparte bienes a los pobres, y en consecuencia hace justicia. Antes, su retórica, prefigura un oprobio del cual vengarse. La realidad es que los condena a permanecer pobres. Quitarle a los ricos para darle a los pobres, como lo hacía Robin Hood, según la leyenda inglesa, es muy popular, no la ideología política de un Jefe de Estado.
Chucho el Roto sí existió, se llamó Jesús Arriaga (1858 -1894) y fue, antes que ladrón, un gran estafador que embaucaba con elegancia. Repartía dinero entre los pobres no por justicia sino como complicidad. Pero lo venció el amor, cayó a la cárcel y por ello se hizo leyenda. Su mayor éxito fue la radionovela más escuchada del Siglo XX. AMLO quiere ser leyenda; México no se merece esa suerte.
