El antecedente más remoto de un evento cara a cara entre la prensa y una fuente de información está en las cortes americanas. Los juicios, por ley, son cerrados; solo ingresan a las salas las partes involucradas. La prensa, entonces, queda fuera. Cuando un juicio era de importancia para la opinión pública y, en consecuencia, la prensa debía dar cobertura, los reporteros se encontraban a las afueras de la corte para entrevistar al abogado.
Al día siguiente los lectores de periódicos bebían con ansiedad la noticia. Se cerraba el círculo completo de la comunicación: emisor, mensaje, medio y receptor. El impacto era muy fuerte.
Más adelante, en Alemania se crearon los clubes de prensa. Agrupaciones con la causa común de informar a sus lectores. Después de la segunda Guerra, el Parlamento alemán era abierto y por lo tanto la información política fluía; no así en el Poder Ejecutivo que se reservaba información. Preocupados por repetir el fenómeno nazi, los periodistas citaban a sus clubes a importantes funcionarios a quienes preguntaban sobre los asuntos de mayor relevancia. En décadas recientes, las conferencias de prensa fueron una solución práctica y un ejercicio sano para la libertad de expresión. El político con la información en su haber era buscado por muchos periodistas con la misma pregunta; la solución era la conferencia. No tardó en descubrirse el valor político de la conferencia de prensa. Originalmente a conveniencia mutua y más adelante a parte interesada, se multiplicaron los eventos exprofeso para conquistar las primeras planas. No obstante se conservaba la candidez del principio.
La mañanera del Presidente rompió el esquema y hoy es algo diferente. No es periodismo sino una ruta de gobierno y herramienta de propaganda.