Supongamos que la 4T sea un proceso real y no una pieza de propaganda política. Que efectivamente México viva un momento equiparable a la Independencia, la Reforma y la Revolución, procesos que transformaron al país. Entonces los promotores de la 4T piensan quedarse en el poder, al menos 15 años para igualar su movimiento a los anteriores y agregar así un capítulo más a la historia patria.
Atreverse a asemejar su momento con las evoluciones históricas es, ante todo un acto de soberbia. Un ligero repaso a la historia pone a cada quien en su lugar:
La Independencia (1810) duró 11 años de guerra y al menos otros 30 de zozobra. Cayeron Hidalgo, Morelos y los insurgentes hasta que Iturbide pacto una salida que le sirvió para nombrarse Emperador. Titubeos, traiciones e injusticias desembocaron en la dictadura de Santa Ana que a su vez generó la guerra contra Estados Unidos y la pérdida de medio territorio.
La Reforma (1857) fue un movimiento ideológico que una generación de patriotas encauzó rumbo a un México liberal pero chocó de frente con quienes pensaban diferente. La consecuencia fue la invasión de Francia y la imposición de Maximiliano un monarca europeo. Guerra, crímenes, exilios y pobreza fue el saldo de segunda transformación.
La Revolución (1910) fue eso mismo; una revuelta nacional que engendró una larga cadena de horrores. Derrocaron al dictador pero en nombre de la justicia bañaron de sangre todo el territorio. Madero derrocó a Porfirio; Huerta a Madero; Carranza derrocó a Huerta y liquidó a Zapata; Obregón eliminó a Carranza y Villa; Obregón también cayó y finalmente Calles cerró la puerta a los caudillos.
La historia le queda muy grande a la 4T.
Tomás Cano Montúfar
