Política

Los invisibles que ahora estorban

  • Me hierve el buche
  • Los invisibles que ahora estorban
  • Teresa Vilis

Nadie ve a los migrantes. O mejor dicho, nadie los veía. Eran sombras, manchas en el paisaje, bultos que había que esconder, acomodar, amontonar, desechar. Eran números en informes polvosos que nadie leía, salvo cuando convenía. Pero ahora están en todas partes. Salen en la tele, son tema de debate, están en la boca de los políticos y en la indignación de las redes sociales. No porque les importe realmente, sino porque el subnormal de Trump los puso en el centro de su espectáculo.

Este ímpetu podría ser solo una llamarada de petate, pero espero que esta vez no se apague. Porque, si algo ha sido constante es la facilidad con la que el mundo olvida a los migrantes en cuanto deja de ser rentable hablar de ellos.

Ellos, los viajeros sin privilegios, siguen siendo los mismos que un día dejaron la casa, con sus historias, con sus familias, con sus ganas de seguir vivos a pesar de todo. Ahora, en lugar de ser invisibles, son una molestia que hay que gestionar, un tema de crisis que hay que atender con la urgencia de quien quiere quedar bien. Los albergues improvisados se llenan de catres relucientes y paredes recién pintadas, listos para ser registrados en imágenes y videos. Entran los migrantes, posan las señoras del DIF, se toman las fotos y luego, cuando las cámaras se apagan, vuelven a ser lo de siempre: un problema del que nadie quiere hacerse cargo.

La caridad llega con condiciones. Deben agradecer cada bocado, cada cobija, cada noche bajo techo, como si no fuera suyo ese derecho desde que llegaron a este planeta. Se les impone la gratitud, ayudar no es un deber, sino un favor que les hacen quienes jamás han dormido en el suelo ni han tenido que cruzar un país entero con los zapatos rotos. Como si haber nacido en el “lugar equivocado” fuera una culpa que deben pagar con sumisión.

Aunque ahora estén en la mira, sigue sin haber un cambio real. Sigue sin haber políticas dignas, sigue sin haber voluntad de hacer algo más que discursos y boletines de prensa. En el fondo, el mundo sigue esperando la excusa perfecta para volver a fingir que los migrantes no existen.

Para otros, el “descubrimiento” de que hay gente que vive en estas condiciones es más que una crisis humanitaria: es una oportunidad de negocio. De repente, los refugios de emergencia florecen como setas después de la lluvia, gestionados por organizaciones que se inflan de presupuesto y humanitarismo impostado. No faltará quien vea la miseria como un trampolín político, una oportunidad de oro para presumir filantropía en un mitin. “Estamos haciendo todo lo posible”, dirán con tono compungido, mientras negocian contratos para traer más catres baratos y latas de frijoles rancios que ninguno se comería en su casa… ¿Cuándo vamos a aceptar que al final todos fuimos, somos o seremos migrantes? Sí, incluso el subnormal ese del pelo oxidado. ¡Me hierve el buche!


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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