Muchas de las injusticias que se comenten contra las mujeres, nos avergonzarán en el futuro de manera colectiva. Es probable que en no más de 50 años, las personas no podrán creer que al inicio el siglo XXI, las mujeres no éramos dueñas de nuestros cuerpos, pues la ley nos negaba el derecho a interrumpir un embarazo no deseado, o nos obligaba a respetar costumbres tan bárbaras como el “día del gudniin” en donde miles de niñas son mutiladas genitalmente. No es una tortura inquisitoria de las peores épocas del oscurantismo, la mutilación genital con trozos de madera, con metales viejos o con piedras es una aberrante realidad.
La ONU considera que la mutilación genital femenina comprende los procedimientos para alterar o dañar los órganos genitales femeninos, y es reconocida como una violación de los derechos humanos de las mujeres y niñas, ya que viola sus derechos a la salud, la seguridad y la integridad física, el derecho a no ser torturadas y el derecho a la vida, cuando el procedimiento las lleva a la muerte. Para combatirle, se ha establecido el 6 de febrero como Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina. En este planeta desigual, seguimos existiendo ciudadanas de primera, segunda y tercera. La revolución sexual feminista se extiende en esta década naciente con el uso del “satisfyer”, aparato succionador de clítoris con forma no fálica, cuyo uso se masifica en países de Occidente, y que por centra el placer sexual femenino fuera del conducto vaginal, para enfocarse en el clítoris, con sensaciones imposibles de generar por seres humanos. Mientras este aparato empodera sexualmente a las occidentales de clase media hacia arriba, las adolescentes de 28 naciones son mutiladas genitalmente, para garantizar su “virginidad”.
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