La ceremonia del Oscar fue un éxito por muchos motivos y un reto enorme. Les cuento por qué se sintieron más intensos desde el lugar de los hechos. Para empezar, llegar fue difícil. Había protestas en las periferias y muchos de los que llegaron con anticipación, tuvieron que abandonar sus vehículos y caminar entre las consignas sobre Palestina. La ceremonia estaba programada una hora antes, pero empezó seis minutos tarde por esta y muchas razones más. La apertura fue breve y simpática, y la mayoría de los asistentes se rieron mucho con el humor de Jimmy Kimmel, incluso cuando decidió leer un post de uno de sus críticos más feroces quien resultó ser Donald Trump. “¿Qué no es ya hora de (y en vez de dormir dijo) ir a la cárcel?”, en respuesta al candidato Republicano a la presidencia. Más tarde confesó que le habían sugerido que no lo hiciera. Qué bueno que no hizo caso.
En la sala de prensa existe siempre el reto de prestar atención a algunos de los ganadores, como fue el caso del extraordinario y trágico documental 20 días en Mariupol sobre la guerra en Ucrania, cuando el edificio entero retumbaba de música y risas por el gran show de Ryan Gosling con “I’m Just Ken”.
Todo parecía pasar al mismo tiempo, y brincábamos de celebraciones cinematográficas a las guerras, a las carcajadas, entre ellas la que provocó el ahora inolvidable John Cena, desnudo presentando el Oscar a Vestuario. ¿Preguntas raras a los ganadores? “¿Cómo te imaginas el disfraz de Bella Baxter para este Halloween”, a la ganadora por Pobres criaturas. ¿Otra? La primera pregunta a Christopher Nolan tras ganar el premio fue de una compañera de la prensa, “¿Te acuerdas de mí?, estudiamos juntos en la secundaria”. Se acordaba, pero no la dejó seguir hablando algo de un bigote que prefería olvidar. Al menos en este momento, con sus estatuillas en mano y listo para celebrar el enorme éxito de Oppenheimer y del cine hecho para ser visto en la mejor y más grande pantalla posible. ¡Amé esta ceremonia!