Es un poco difícil explicar a las nuevas generaciones lo que eran los productores de televisión en los años 90 y a principios de siglo; lo cierto es que los más relevantes de todos eran figuras tan o más emblemáticas que las estrellas que ayudaron a crear o que los programas que dirigían e inventaban.
Para más de una generación, Memo del Bosque fue esa figura, específicamente dirigida a un público joven que merecía más hasta que él llegó. Este no era ya el público restante de Siempre en Domingo, que quizás sabía de MTV, pero no lo tenía necesariamente, y creció, o crecimos, con la radio en cuanto a nuestro sentido del humor compartido.
Alguien tenía que traducir eso para la televisión, y ese alguien, quienes estuvieron ahí tampoco me dejarán mentir al respecto, fue Memo del Bosque.
Consciente de su legado hasta el último momento, la mente detrás de Telehit, Otro Rollo y tantas cosas más, dejó un mensaje después de batallar contra el cáncer por más de siete años.
Se agradece, no todo mundo tiene la oportunidad de despedirse. Y fuimos muchísimos quienes tenemos cosas que agradecerle, lo haya sabido él o no, por el camino que tomaron nuestras carreras. También por las risas y los buenos tiempos que, literalmente, hizo posibles y que tradujo perfectamente desde otros lugares, para toda una generación y una idiosincrasia que estaba cambiando justo al cierre y principio de un siglo.
Estoy segura de que, aunque las nuevas generaciones no lo sepan, todos le debemos algo muy particular a lo que supo hacer este productor en cada uno de sus proyectos. Es difícil explicar cómo es que creó toda una escuela de conducción polémica, divertida, creativa, y que nunca antes hubiera tenido un espacio para existir en nuestro país y en toda América Latina.