Hay un momento en el que Meghan Markle, con los ojos llenos de lágrimas, declara lo obvio en el penúltimos capitulo de su docuserie en Netflix: “nosotros estamos pasando por esta pesadilla y la gente solo lo toma como entretenimiento”.
Por un lado, puedo entenderlos es la batalla de muchos en la fuente del entretenimiento, derivada de sociales, que tenemos día con día. La posible falla fatal respecto a esta manera de levantar la voz de la duquesa y ex actriz de Suits es que es muy difícil para la mayoría de la gente creerle que de verdad no sabía cómo operaban los tabloides y ahora en tiempos de redes sociales, lo peor de nosotros como seres humanos.
Esta serie, que ha hecho rabiar a los medios en la Gran Bretaña, en realidad la veo como la batalla entre dos idiosincrasias, la británica monárquica y la estadunidense obsesionada con la fama.
Los mundos colindan y la interpretación depende mucho de cómo fue uno educado, pero de que es un documento que exhibe cosas importantes: el racismo y cómo se manifiesta en distintos mundos, el acoso y la salud mental.
Esta es una historia contada en macro, pero puede ser referencia para casi cualquier sociedad. Con imágenes ellos decidieron que al fin podemos ver claramente a sus hijos, quitándole el poder de la megarecompensa al paparazzi que la consiguiera.
Desde luego, la mayor revelación para mí, es ver cómo los despachos de cada miembro de la familia real intercambian víctimas de la misma a cambio de algúna noticia escandalosa de los otros.
Resulta, de verdad, devastador y nuevamente, todo esto un eco de cómo operan muchos políticos, empresas y sociedades. Así lo veo yo.
@susana.moscatel