La serie de abogados Suits era entretenida cuando se estrenó en 2011. La premisa era divertida aunque un poco absurda. Un joven con memoria fotográfica y mucha audacia logra convencer a todo mundo de que es abogado, y es contratado en un bufete encabezado por una glamurosa mujer afroamericana y un joven, también guapo y socio, llamado Hervey Specter, quien sabe el secreto de Mike, pero decide que no es problema suficiente. No cuando gracias a él cierran negocios y ganan suficientes casos.
La serie tiene muchos otros personajes, entre ellos estaba la asistente legal y eventualmente novia de Mike, Rachel Zane.
Y ahí está el detalle: Rachel era interpretada, hasta que se enamoró y dejó la última temporada de la serie, por Meghan Markle; o como dice la página de la serie “Meghan de Sussex”.
¿Por qué hablar de esta serie en este preciso momento? Porque desde hace varias semanas las primeras temporadas de Suits cayeron en Netflix, y aunque durante años ya habíamos tenido oportunidad de verla en diferentes lugares, de pronto se volvió un fenómeno de clics, de vistas, de binging y de tendencia en la plataforma. Muchísimo más que la gran mayoría de su contenido original.
Resulta, entonces, muy interesante analizar el porqué del fenómeno. Suits es entretenida, pero ni de lejos la mejor serie de abogados. Si Meghan y el morbo alrededor de ella son la razón, ¿por qué no pasa lo mismo con los contenidos que han tratado de producir ella y Harry? Aquellos que no hablan mal de la realeza como punto central, por supuesto.
Para pensarse y para notar la ironía, porque si una de las principales quejas de los actores que están de huelga es que no han recibido lo que deben por las regalías de las series en las que participan, sería interesante saber qué dice la ex princesa al respecto, ¿no creen? Así de rara es a veces la industria audiovisual. En todas sus formas.
