Ahora que las primeras reseñas de la cinta de Tim Burton han sido publicadas en el mundo entero, después de la presentación de Beetlejuice, Beetlejuice en Venecia podemos decirles que los fans estarán muy felices. Pero, ¿cuáles fans? Porque aquí hay un increíble fenómeno multigeneracional que trasciende prácticamente todas las generaciones que pueden pagar un boleto e ir al cine en estos días. Y estoy segura de que eso es precisamente lo que va a pasar.
Confieso que me he tenido que aguantar las insufribles ganas de decirle a todos los muy jóvenes fans que en 1988 fui de las primeras en enloquecer con el demonio que es Michael Keaton y el mundo que Burton creó alrededor. Pero lo bello de todo esto es ver cómo, más allá de tener que bajarle por completo a mi fallido sentido de pertenencia como fan de primera generación, es saber cómo hay historias que pegan en nuestra humanidad y no en nuestras referencias culturales y generacionales.
La mayoría de los millones de fans de Beetlejuice no habían nacido cuando se estrenó, o eran muy jóvenes para verla. Pero ahí nos tienen a todos, con una emoción absoluta por las historias del inframundo y la vida y muerte de los personajes que ya son de culto.
Cada generación podrá tener su propio Batman, Superman o hasta reina malvada de Blancanieves (luego hablamos de eso). Pero solo me imagino un mundo donde alguien que no sea Michael Keaton pueda ser Beetlejuice, y ese es el del musical que causalmente sigue en Monterrey estos gloriosos días.
Y no, Michael Keaton me dijo que no ha visto y no tiene planes de ver la comedia musical (lástima, porque es buenisma), y lo entiendo perfectamente. Si yo no quiero compartir a Beetlejuice con nadie, no me imagino qué sentirá el demonio original mismo.
