La temporada siete de Black Mirror está aquí y estoy perturbada. Eso quiere decir que la serie de Charlie Booker sigue cumpliendo su cometido. No habrá spoilers, pero hoy me remito al terror muy particular que sentí al ver el primer capítulo con Rashinda Jones, Tracee Ross Eliss y Chris O’Dowd porque tuvimos oportunidad de compartir nuestros temores con ellas en una conferencia de prensa a la distancia.
Este capítulo habla de las maravillas que podría traer la tecnología en cuanto a temas de salud, y luego nos pega con todo el peso del mundo respecto a las consecuencias que eso podría tener en una realidad ¿aún distópica?
Rashinda, escritora, actriz, productora, reflexionó respecto a cuando volteamos a ver nuestros teléfonos y apps, sin la menor duda de que es ya un acto natural y que todo lo que tenemos ahí, lo damos por hecho.
“Estoy como: espera un segundo. Nos estamos entregando a algo muy fácil porque es muy tentador, y es fácil y eficiente y hace la vida más fácil y más cómoda”.
Pensando en cosas que le pasan a su personaje, y a otros de estas narrativas de terror que no se ven lejanas ya en absoluto, ella resumió: “Pero, ¿cuál será el precio? Muchas lo hacemos, pero es como, pienso mucho en esto con el pago con un solo clic o ¿pero es todo lo que estoy realmente haciendo?”.
Nadie que se deje llevar por la narrativa de Black Mirror puede ni debe descontar estas reflexiones, porque ha quedado claro que la sociedad, la tecnología y las tristes características de la explotación entre humanos que hemos integrado a ellas nos van a alcanzar a todos si no hacemos una pausa para ver a qué le estamos diciendo que sí al aceptar “términos y condiciones”.
Que esto llegue vía una compañía de tecnología (Netflix) vuelve aún más interesante, irónico y brillante el mensaje con el que nos quedamos.