Ayer le hice una promesa a los míos de no hablar de Barbie durante todo el día. Perdí en 20 minutos. Pero la verdad es que la razón es bastante buena, así que espero que ustedes sigan en el tren rosa conmigo un ratito más, porque sí están pasando cosas importantes alrededor de la cinta, sean fans o no.
Margot Robbie decía antes de estrenar este largometraje que se paró frente a los ejecutivos de Warner y les dijo que la película rebasaría los mil millones de dólares. Lo narraba con risa hablando de su descaro, aceptando que esa era una gran meta, pero bastante elevada. Pues tres semanas después, ayer para ser precisos, se rebasó esa cifra, logrando algo muy, pero muy claro: las mujeres también decidimos qué se ve en el cine. Parece asunto de orgullo, pero en realidad es más que importante, porque cuando (ojalá algún día cercano) Hollywood vuelva a prender sus motores, seguramente no será para solo hacer películas de acción dirigidas a los hombres. Estas son las cosas que hacen la diferencia.
Una vez dicho eso, celebro mucho enterarme de que ni la directora, Greta Gerwig, ni Margot Robbie y menos Ryan Gosling (que nunca lo hace) tenían contratos para hacer a la fuerza una secuela. Y con la huelga, cualquier negociación tendrá que esperar. ¿Por qué es bueno esto? Porque no me puedo imaginar qué más podrían contarnos de estos personajes, que mantenga la carga social de esta primera entrega y a la vez la diversión rosada que nos regala. Digamos que narrativamente esta redondita y ver a la muñeca regresar a lo que fue me parecería más allá de anticlimático. Tal vez habrá otras Barbies, algunas menos “estereotípicas”, yo feliz iría a un spinoff para ver la historia de Barbie Rarita (así le pusieron en el doblaje) pero mucho de lo que los fans amamos de esta película seguramente se perdería en una secuela si no se hace más que por replicar esta taquilla.