El miedo sirve para sobrevivir; pone en alerta nuestros sentidos para advertirnos de un riesgo y que podamos reaccionar de la mejor forma. Hay quien lo define como “una alarma mental para proteger la integridad”.
En la mayoría de las personas, el miedo se utilizó desde la infancia para moldear e inducir conductas, principalmente con los fines más nobles. Una canción de cuna en donde si el bebé no se duerme vendrá “el coco” y se lo comerá, el policía que se llevará al niño porque no se termina la sopa, el doctor que le pondrá una inyección a la niña si no come bien, el viejo del costal…
Y así, el miedo dejó de ser el mecanismo que nos hace reaccionar oportunamente y se volvió un “estado”, una condición que provoca bloqueos emocionales y mentales para cuestionar la situación o personaje que nos atemoriza.
Y hay quienes han sabido cómo sacar provecho a este sentimiento.
El miedo es de particular valor para el delincuente, de cualquier nivel, para extorsionar; si su actitud, llamada o mensaje provoca indiferencia o incluso risa, no tendrá su arma más poderosa, que es el temor que logra la coacción de la víctima.
El miedo convence que embargarán la casa porque se es aval de alguien que no pagó su crédito (aunque nunca haya firmado documento alguno), hace que el comerciante le pague una multa sanitaria a una supuesta oficina de correos con tal de que no lo clausuren, que se haga un depósito tras una llamada telefónica del Comandante Braguetas, que una comunidad entera crea en mensajes de audio del primo de alguien que “tiene contactos en el gobierno” y que advierte toques de queda e incluso que haya quienes paguen una renta mensual con tal de que su negocio o persona no sufran un daño.
En la mayoría de los delitos, está presente el miedo: la violación sexual de un menor que no debe de comentar con sus padres porque les harán daño, la amenaza a la víctima de un robo para que no denuncie, comunidades desplazadas para dejarle la cancha libre a la operación del crimen, entre algunos ejemplos.
Pero también el miedo lo provoca la política y ciertos gobiernos, con campañas chantajistas que hacen sentir a la ciudadanía que está en riesgo de perderse derechos alcanzados y legítimos, acusaciones cruzadas sin sustento lógico basadas en argumentos emocionales y todo lo que implique manipular las intenciones electorales.
Peor aún, cuando se tiene una operación muy planeada para crear una crisis para generar una necesidad y una consecuente herramienta de control basada en el miedo.
Ya sea por la cantidad de información de la que hoy disponemos, mucha de ella de tipo falso, por el aumento de la operación de grupos criminales o bien, por estilos de gobernar, hoy el miedo es uno de los instrumentos de control más útiles.
Ojalá no caigamos en la trampa, en el bloqueo mental y emocional, así como en la derrota anticipada de quienes deciden no luchar por temor a las represalias.