Mañana cumpliré 33 años. Una edad que, quizá más que nunca, es un espejo. Un reflejo de las veces que he tropezado y de las veces que me he levantado. De los días en que sentí que el mundo era mío y de aquellos en los que tuve más tristezas que motivaciones.
No ha sido un viaje lineal. He tenido aciertos, decisiones que me enorgullecen, metas alcanzadas, personas a las que, de algún modo, les hice bien. He visto sonrisas que, sin saberlo, yo provoqué. Pero también he vivido derrotas que dejaron cicatrices, algunas visibles, otras no tanto.
He lastimado a personas sin quererlo, y otras veces sin saberlo. Y aunque el arrepentimiento no borra nada, sí deja aprendizajes.
He conocido la ansiedad en primera persona. No como un concepto, sino como ese visitante impertinente que te arrebata el sueño, te acelera el pulso y te roba la calma.
He aprendido a negociar con ella: a veces ganando la partida, otras simplemente postergando el encuentro.
He descubierto la fortaleza: la que no se mide en éxitos visibles, sino en la capacidad de seguir caminando cuando todo se vuelve incierto. La fortaleza de reinventarse, de pedir perdón, de soltar y de abrazar.
A los 33 entiendo que no siempre se es el héroe de la historia; a veces también se es el villano de alguien más. Todo depende de quién cuente el relato y del momento en que se cuenta.
La vida no se trata de ser perfecto, sino de ser real. De equivocarse, pero también de aprender a reparar. De aprender a amar mejor, a uno mismo y a los demás.
Más que hacer balances de lo bueno y lo malo, quiero un recordatorio que me sirva para seguir apostando, aunque a veces pierda; para seguir confiando, aunque a veces duela; y para no rendirme, aunque la adversidad parezca insuperable.
Agradezco a quienes han estado, especialmente cuando ha sido más difícil entenderme. Veo a mis padres, y sé que soy, en gran parte, la suma de su esfuerzo silencioso, de sus renuncias nunca contadas.
Mañana serán 33 años. No sé si estoy donde imaginé, pero sé que estoy donde debo estar. Y eso, hoy, es suficiente.
33 años de lecciones, de gratitud, de grandes momentos. Llego con mucha fe y con mucha esperanza en los días que aún están por venir y en las historias que aún estamos por escribir.
Gracias por leerme, por permitirme ser parte de su vida y por estar en la mía.