Las enfermedades sociales asesinan a más personas que una pandemia de salud. Nuestro caso, el mexicano, es la comprobación de tal afirmación. Nuestra sociedad está pandémica de corrupción desde muchos ayeres. También lo está de odio y de ausencia de valores.
En una sociedad en total descomposición social, la violencia en todas sus manifestaciones aflora en todas las áreas de la vida del ser humano y en todos los niveles sociales, aunque ciertamente la falta de educación y valores cívicos ha llevado al traste a dos o tres generaciones de mexicanos.
¿Cómo podemos sanar los males de violencia y discurso de odio que hoy nos aquejan? Primero, alejándonos de la retórica de lo “natural” y “original” que ya de por sí excluye y segrega a todos los que no piensan, creen o sienten igual que las mayorías. Segundo, evitar la biologización del lenguaje político porque la misma enlaza la idea de una sociedad que necesita mantenerse limpia y no necesariamente ser sanada.
La idea de la higiene, nuevamente, excluye a todo el distinto, el diferente. Porque –como dice la filósofa alemana, Carolin Emcke, “… una vez atrapados en este esquema biopolítico de percepción, enseguida se propaga el miedo a contagio por lo que es ajeno, lo diferente.
Cualquier tipo de otredad no solo sigue siendo distinta, sino que afecta y contamina al cuerpo sano y homogéneo que conforma la nación”. Y tercero, fortalecer la laicidad del estado mexicano como una estrategia federal que permee en todos los niveles de gobierno.
La laicización de las instituciones públicas y, específicamente de la educación, garantizará los derechos humanos y la igualdad de todos frente a la ley, eliminando todo prejuicio impregnado en los políticos y gobernantes.
Así que, qué bien que se toman las decisiones correctas para evitar que los virus se propaguen y se eviten todas las catástrofes que se puedan evitar pero lo mismo debería de hacerse para acabar con todas las enfermedades sociales y pandémicas del pensamiento que hoy asesinan a 11 mujeres al día, violentan a millones de mexicanos, excluyen a los más vulnerables, deja sin estudios a miles de jóvenes y termina con el futuro de toda una generación.