En 1184, la Iglesia católica creó la Inquisición y estableció como castigo oficial por la herejía, la quema viva de las personas que después conocimos como hoguera. La herejía se usaba como etiqueta para el disenso desde la época del 400 d.C., e incluso antes, desde el Concilio de Nicea, en 325. En la época medieval, la antorcha iluminaba el camino a la hoguera de los herejes e instrumentaba la muerte a manos de ciudadanos enajenados y enardecidos, siempre engañados por mentiras socialmente aceptadas o por discursos malintencionados vertidos.
En 2021, la hoguera sigue vigente pero ahora transita del mundo online al mundo offline, del mundo digital al mundo real. Se lincha en uno y en otro mundo. Se azuza aquí y allá. La hoguera digital sirve para seguir condenando y asesinando a todo aquel que ha decidido pensar, creer o vivir de manera diferente. La antorcha moderna –el tuit, el post, la publicación, la fake news, el troll, los bots, la noticia sesgada, el periodista comprado- sigue encendiendo la turba para destruir, aniquilar y desaparecer al otro, al distinto.
En algún episodio de la historia bíblica, Pilatos cree que con “lavarse las manos” quedaría libre de toda culpa en el asesinato de Jesús. Ahora, después de que dos templos de la Iglesia La Luz del Mundo, uno en Texas y otro en Nevada, en Estados Unidos, fueran baleados, los periodistas que han estado vendiendo un discurso de odio contra la Iglesia no pueden hacer una apología de Pilatos y pretender lavarse las manos con sólo “condenar” esos hechos. Su responsabilidad es directamente proporcional a la cantidad de noticias sesgadas publicadas.
Ante las hogueras digitales que se encienden todo el tiempo es necesario preguntarnos, hacer una reflexión y analizar ¿en dónde termina la burla y comienza el acoso?; ¿en dónde queda la objetividad de la noticia y en dónde la cerrazón personal traducida en reportajes?; ¿en dónde el prejuicio y hasta dónde la libertad de expresión?; ¿en dónde el odio y hasta dónde sus consecuencias?; ¿quién sanciona los excesos y pone límites a quien destruye con sus prejuicios a las personas?.
No, no debería haber hogueras de ningún tipo a estas alturas de la historia humana.
Sara S. Pozos