Sigamos autoengañándonos sobre lo que somos. ¡Va! Adelante, creamos que la superioridad moral dirige nuestras vidas y nos amarra a comportamientos ejemplares. ¿Qué tú sí cumples las reglas? Bravo, te felicito, pero la mayoría no somos así y por eso traemos un desmadre con el covid-19 que pocos quieren asumir como propio.
Para visualizar el contexto, primero debemos analizar la ambigüedad de los mensajes. Sí, ambigüedad, porque conocimos al covid con recomendaciones muy contrastantes. A nivel federal nos decían una cosa (“detente y abrazos”); mientras que en Nuevo León alzaban la bandera de la prevención para decirnos que nos quedemos en casa.
Mientras esto ocurría, en nuestro continente, Argentina iba exactamente como México y me sirvió para comparar a las autoridades gubernamentales. Los del sur sacaron la policía a la calle, pusieron retenes en las autopistas, aislaron ciudades completas y solo salía de la casa aquel que tenía un permiso laboral o una carta que describía sus responsabilidades sobre familiares de la tercera edad. Hoy acumula menos de 400 muertos.
Aquí pasaron las semanas y fuimos más laxos escudándonos en el ideal cívico de cada ciudadano o político. Panorama soñado que tuvo una primera muestra muy optimista, porque dominaba el miedo, pero ¿cuánto creíamos que duraría? Con la ambigüedad como reina de la situación, tanto empresarios, alcaldes (San Pedro-Monterrey y su incoherente reactivación económica) como miles de ciudadanos aprovecharon la falta de resolución para determinar su propia realidad y otra vez las calles se llenaron porque el motivo es simple: ¿no me obligas? Me salgo y ahí es donde la tibieza de las autoridades junto con nuestra negligencia nos lleva a la tumba
Por eso hoy, en México, por no asumir lo que somos como ciudadanos y vestir de oportunismo las ambigüedades políticas ya superamos los 5 mil fallecidos. Veremos dónde topa…
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